Un antiguo proverbio chino advierte: “La plenitud engendra pérdida”, principio que resuena con el axioma daoísta del capítulo XL: “El movimiento del Dao reside en la inversión”. Todo fenómeno contiene en sí mismo las semillas de su propia transformación en opuesto.
Más vale renunciar antes que sostener
en la mano un vaso lleno
sin derramarlo.
La espada que usamos y afilamos
continuamente
no conservará mucho tiempo su hoja.
Una sala llena de oro y jade
nadie la puede guardar.
Quien se enorgullece de sus riquezas
atrae su propia desgracia.
Retirarse de la obra acabada,
del renombre conseguido,
esa es la ley del cielo.
Así como un recipiente desborda al alcanzar su capacidad máxima, y una espada afilada inicia inevitablemente su proceso de desafilamiento, igualmente las riquezas excesivas y las altas posiciones sociales están destinadas a la disipación. La enseñanza esencial radica en comprender esta ley cósmica y trascender el temor a la pérdida.
En la práctica vital:
- Evitar la codicia de fama y beneficios materializados: “Atesorar hasta colmar sólo atrae calamidad”.
- Retirarse oportunamente tras el éxito, siguiendo el mandato del Dao: “Cumplida la obra, retirarse: éste es el camino del Cielo”
- Reorientar la energía hacia nuevos ciclos creativos, imitando el flujo perenne del agua que, tras irrigar los campos, retorna al océano para reiniciar su viaje.
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