El capítulo XXIV del Dao De Jing desmonta la vanidad humana mediante aforismos paradójicos.
Quien se sostiene de puntillas no permanece mucho tiempo en pie.
Quien da largos pasos no puede ir muy lejos.
Quien se exhibe carece de luz.
Quien se alaba no brilla.
Quien se ensalza no merece honores.
Quien se glorifica no llega.
Para Tao, estos excesos,
son como excrecencias y restos de comida que a todos repugnan.
Por eso, quien posee el Tao
no se detiene en ellos.
Los comportamientos, como la autoproclamación, la arrogancia, el autoelogio, la altivez, denominados “desperdicio putrefacto” o “excrecencias y restos de comida” en el texto original, violan el principio rector del capítulo XXII:
- No exhibirse, por eso se ilumina;
- No afirmarse, por eso se destaca.
Esfuerzo contraproducente
Cuanto más se busca destacar, más se diluye el verdadero valor
Autorreferencialidad tóxica
La mente egocéntrica crea dualidades artificiales.
Contraste con el wu wo (ausencia del yo) del sabio
Logra sin apropiarse, actúa sin insistir.
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