Este capítulo y el capítulo XVII se corresponden mutuamente. El XVII revela que las políticas duras y los castigos severos solo generan “temor y desprecio” en el pueblo, por lo que se insta a los gobernantes a implementar cambios. Este capítulo profundiza en el principio de “hablar poco en armonía con la naturaleza o Dao”.
Hablar poco es lo natural.
Un huracán no dura toda la mañana.
Un aguacero no dura todo el día.
¿Quién hace estas cosas?
El cielo y la tierra.
Sí las cosas del cielo y la tierra
no pueden durar eternamente,
¿cómo las cosas del hombre?
Así, quien sigue el Tao
se une al Tao.
Quien sigue la virtud,
se une a la virtud.
Quien sigue el defecto,
se une al defecto.
Quien se identifica con una de estas cosas,
por ella es acogido.
Pero a esto no se da suficiente crédito.
Utilizando la analogía de las tormentas naturales que nunca perduran, Laozi advierte a los gobernantes: evitar interferencias coercitivas mediante decretos y rechazar la tiranía, pues solo un gobierno silencioso y no intervencionista se alinea con las leyes naturales, permitiendo el bienestar del pueblo.
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