Todo el mundo toma lo bello lo bello,
y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por el bien,
y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.Por eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar
y practica una enseñanza sin palabras.
Todas las cosas aparecen sin su intervención.
Nada usurpa ni nada rehúsa.
Ni espera recompensa de sus obras,
ni se atribuye la obra acabada,
y por eso, su obra permanece con él.
Lo bello y el bien son ampliamente valoradas, pero en realidad, como otras dualidades de la naturaleza, por ejemplo, lo fácil y lo difícil, lo largo y lo corto, lo alto y lo bajo, el sonido y el tono, el antes y el después, no pueden existir de forma independiente o ser eternas.
Si diferenciamos demasiado entre belleza y fealdad, bondad y maldad, y solidificamos estos estándares, se producirán resultados negativos, haciendo que la belleza deje de ser bella y la bondad deje de ser buena.
Por lo tanto, los sabios actúan con prudencia, se adaptan a la ley y las circunstancias y no actúan imprudentemente. Enseñan a otros principalmente mediante su ejemplo y no a través de muchas palabras.
No interfieren con el curso natural de las cosas con su voluntad personal; y cuando se logran resultados, no buscan reconocimiento.
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