El tiempo vuela, y en un abrir y cerrar de ojos, han pasado más de quinientos años.
En este año, el emperador Taizong de la dinastía Tang emitió un edicto para seleccionar al monje más sobresaliente para predicar la ley budista. Xuanzang fue monje desde su infancia, con una gran virtud y un vasto conocimiento de los sutras budistas. Más tarde, el maestro Xuanzang fue elegido.
Un día, el emperador Taizong escuchó que en la dinastía Tang solo existía la enseñanza del Hinayana, y que la enseñanza del Hinayana no podía llevar a los difuntos a la liberación.
La Bodhisattva se acercó entonces un poco más al Maestro de la Ley y preguntó:
“¡Bonzo! Parece que sólo sabes hablar del Hinayana. ¿Es que no tienes ni idea del Mahayana?
Xuanzang le dijo, tras saludarla con respeto:
“Perdonad, respetable maestro, reconociendo mi ignorancia, he de admitir que no sé gran cosa sobre él.”
“Las doctrinas que acabas de exponer” replicó la Bodhisattva,
“son incapaces de llevar la salvación a los condenados y conducirles al cielo. Para lo único que sirven es para confundir a los mortales. Sólo el Mahayana pueden llevar al cielo a los espíritus perdidos, librar a los que sufren de sus angustias.”
El emperador Taizong preguntó:
“¿Quién se presta a ir al Paraíso Occidental en busca de las escrituras sagradas?”
Apenas había acabado de decirlo, cuando se adelantó el Maestro de la Ley y dijo:
“Aunque no soy más que un pobre monje sin instrucción, yo iré en busca de esas escrituras y, de esa forma, vuestro reino se mantendrá firme y duradero.”
El Emperador de Tang se mostró muy complacido. Se acercó al monje y proclamó:
“Si estáis dispuesto a demostrarme de esa forma vuestra lealtad, sin importaros para nada la distancia o las molestias del viaje, mi deseo es que, antes de que lo emprendáis, establezcamos un pacto de hermandad.”
A la mañana siguiente Taizong acudiendo todos los funcionarios a su llamada. Juntos redactaron un documento formal, en el que se especificaba el propósito del viaje y se pedía se ofreciera a su portador toda la ayuda que precisara.
El emperador montó en la carroza y salió a despedirle a las puertas de la ciudad, acompañado de gran número de funcionarios. Xuanzang se despidió de la multitud, saliendo de la ciudad hacia el oeste.
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