SuaveG – The Gentle Path

Episodio 138. El poderes mágicos poseen los tres soberanos

El Rey Mono se convirtió en un diablillo, empezó a correr tras él, haciendo sonar los mismos trozos de madera y musitando exactamente las mismas palabras.

Rey Mono y el Pequeño Cortador de Viento - Viaje al Oeste
Rey Mono y el Pequeño Cortador de Viento – Viaje al Oeste

Antes de llegar a su altura, levantó la voz y dijo:

“¡Eh, tú, el de ahí delante! ¿Te importaría esperarme?”

“¿Se puede saber de dónde eres?” preguntó el diablillo, volviendo la cabeza.

Replicó el Rey Mono, sonriendo:

“¿Cómo que de dónde soy? ¿Es que ya no reconoces a los de tu propia familia?”

“Lo siento mucho, pero tú no perteneces a mi familia.” contestó el diablillo.

“¿Te has vuelto loco? Mírame bien.” le regañó el Rey Mono.

“¿Qué quieres que te diga? Tu cara no me resulta conocida.” insistió el diablillo.

Confirmó el Rey Mono:

“Ya lo sé. Me has visto muy pocas veces, porque pertenezco al grupo de cocina.”

“¡No, no! ¡No es verdad! Soy el que vive en la misma cueva con los hermanos de la cocina. Ninguno de ellos tiene la boca tan puntiaguda.” respondió el diablillo, sacudiendo nerviosamente la cabeza.

Se dijo el Rey Mono:

“¡Así que es eso! Tengo el morro demasiado picudo. Bien. Eso tiene fácil arreglo.”

Agachando la cabeza, se frotó la boca, como quien no quiere la cosa, y añadió en voz alta:

“Pero ¿qué dices? ¿Quién tiene la boca puntiaguda?”

El defecto había desaparecido por completo, pero el diablillo insistió:

“Ahora está bien, pero hace un momento la tenías picuda. ¿Qué has hecho para cambiártela con tanta rapidez? ¡Ha sido un truco!, no me cabe la menor duda. ¡Tú no eres de los nuestros! Si lo fueras, te habría visto alguna vez. ¡Todo esto está resultando demasiado sospechoso! Además, nuestros señores no se andan con componendas: los que se encargan del fuego no hacen otra cosa, lo mismo que los que recorren la montaña de arriba abajo. ¡Es imposible que a uno que provoca incendios se le confíe otra misión!”

Afortunadamente, el Rey Mono poseía una lengua muy rápida y respondió:

“Se ve que todavía no te has enterado de que he ascendido de categoría, al ver nuestros amos lo bien que trabajaba en la cocina. Han sido ellos precisamente los que me han pedido que salga a patrullar la montaña.”

Concedió el diablillo:

“De acuerdo. En total son diez los grupos encargados de recorrer de arriba abajo el territorio y cada uno de ellos está formado por cuarenta miembros de todas las edades. Para evitar confusiones de rango o identidad, nuestros señores nos han facilitado unas placas en las que figuran todos esos datos. ¿Te importaría enseñarme la tuya?”

El Rey Mono había logrado reproducir únicamente la parte del diablillo que aparecía visible, es decir, su forma de vestir, la manera de comportarse y de hablar, etc. Como no había visto ninguna de esas placas, no sabía exactamente cómo eran. Pero, en vez de reconocer que no la tenía, dio la vuelta a la pregunta y dijo:

“Oye, oye. ¿No te parece que estás desconfiando demasiado de mí? ¡Por supuesto que tengo una placa y, además, nuevecita! ¿Por qué no me enseñas tú la tuya y terminamos, de una vez, con el jueguecito?”

Sin percatarse que se trataba de una trampa, el diablillo se metió la mano por el pecho y sacó una placa laqueada de color dorado.

En el anverso aparecía grabada una inscripción, que decía: Pequeño Cortador de Viento.

Dijo en voz alt el Rey Mono:

“De acuerdo, de acuerdo. Abróchate la camisa y mira, si quieres, mi placa.”

Mientras el diablillo se ajustaba las ropas, el Rey Mono giró ligeramente la cabeza hacia un lado y, arrancándose un pelo de la punta del rabo, susurró sobre él, al tiempo que lo rociaba con una bocanada de aire sagrado:

“¡Transfórmate!”

Al instante se convirtió en una réplica de la placa que acababa de mostrarle el diablillo. Lo único que las diferenciaba era la inscripción. La del Rey Mono, en efecto, rezaba: Jefe de los Cortadores de Viento.

El Rey Mono se convirtió en Jefe de los Cortadores de Viento - Viaje al Oeste
El Rey Mono se convirtió en Jefe de los Cortadores de Viento

En cuanto el demonio la vio, frunció el ceño, desconfiado, y preguntó:

“¿Cómo puedes llamarte Jefe de los Cortadores de Viento, cuando todos los exploradores recibimos, sin excepción, el nombre de Cortadores de Viento?”

Añadió en tono burlón:

“¡Qué memoria más pobre tienes! ¿No acabo de decirte que, al ver lo bien que trabajaba en la cocina, nuestros señores me han nombrado comandante de todos los que recorren en patrullas la montaña? Eso explica que me hayan dado esta placa con mi nombre nuevo, que, como acabas de leer, no es otro que Jefe de los Cortadores de Viento. Por cierto, soy responsable del grupo al que perteneces tú.”

Al oírlo, el diablillo se inclinó a toda prisa y balbuceó, indeciso:

“Espero no haberos ofendido con mis dudas, capitán. Disculpad mi ignorancia.”

Le disculpó el Rey Mono, devolviéndole el saludo:

“No tiene importancia. Lo que sí quisiera es que cada uno de vosotros me hiciera, como gesto de buena voluntad, un regalo de cinco onzas de plata.”

Replicó el diablillo:

“¿A qué viene tanta prisa, capitán? Os las daré, cuando haya conectado con el resto del grupo, que, como sabéis, se halla destacado en la porción sur de la cordillera. Creo que sería aconsejable que os entregáramos el dinero todos a la vez.”

Concluyó el Rey Mono:

“En ese caso, lo mejor será que vaya contigo.”

Encogiéndose de hombros, el diablillo abrió la marcha, mientras Sun Wukong le seguía unos pasos atrás.

Al cabo de unos cuantos kilómetros se toparon con un pico. En cuanto hubo llegado a la cumbre, el Peregrino subió, con ayuda de su rabo, al punto más alto y ordenó a todos los diablillos:

“¡Venid aquí, Cortadores de Viento!”

“¡A vuestras órdenes, capitán!” respondieron ellos, cumpliendo al instante sus órdenes e inclinando la cabeza con inesperado respeto.

“¿Sabéis por qué nuestros soberanos me han enviado hasta aquí?” preguntó el Rey Mono en el mismo tono marcial que antes.

“No” contestaron los diablillos.

Explicó el Rey Mono:

“Como sabéis, nuestros soberanos desean devorar al monje Tang, pero les intranquilizan los vastísimos poderes mágicos de Sun Wukong. Según ellos, domina a la perfección el arte de la metamorfosis y temen que pueda transformarse en un Pequeño Cortador de Viento, con el ánimo de infiltrarse en nuestras filas y poner al descubierto todos nuestros planes. Esa es la razón por la que me han nombrado Jefe de los Cortadores de Viento, ordenándome, al mismo tiempo, que abra una investigación, para ver si hay algún elemento extraño entre vosotros.”

“¡Todos somos auténticos, capitán!” gritaron a coro los Cortadores de Viento allí reunidos.

Agregó el Rey Mono:

“En ese caso, ¿quién puede decirme qué clase de poderes poseen nuestros soberanos?”

Los tres monstruos en la Cordillera del Camello-León - Viaje al Oeste
Los tres monstruos en la Cordillera del Camello-León

“¡Yo, señor!” contestó uno de los Cortadores de Viento.

Concluyó el Rey Mono:

“Bien. Enuméralos inmediatamente. Si lo haces con la corrección debida, sabremos que eres auténtico. Si, por el contrario, cometes la más leve equivocación, te habrás delatado tú mismo y serás conducido ante los soberanos, para que te apliquen el castigo que consideren más oportuno.”

El Pequeño Cortador de Viento se sintió intimidado de pronto y balbuceó, indeciso:

“El mayor de nuestros soberanos posee unos poderes mágicos tan extensos y una capacidad tan extraordinaria, que en cierta ocasión se tragó de un solo golpe a más de cien mil soldados celestes.”

“¡Eres un impostor!” bramó el Rey Mono, al oírlo.

Protestó, aterrado, el Pequeño Cortador de Aire:

“¡Soy auténtico, capitán! ¿Cómo podéis decir una cosa así?”

Replicó el Rey Mono:

“Si lo fueras, no habrías afirmado una barbaridad como ésa. ¿Qué altura tiene el mayor de nuestros soberanos, para tragarse, como si nada, a más de cien mil soldados celestes?”

Se defendió el Pequeño Cortador de Viento:

“Me extraña que el capitán no sepa que nuestro soberano posee tales capacidades metamórficas, que lo mismo puede tocar el Palacio Celeste que convertirse en la más diminuta de las semillas. En cierta ocasión Wang Mu Niang Niang se olvidó de enviarle la invitación para el Festival de los Melocotones Sagrados y eso le puso tan furioso, que terminó declarando la guerra a los Cielos. El Emperador de Jade envió contra él a cien mil soldados celestes, pero, lejos de amedrentarse, nuestro soberano echó mano de sus portentosos poderes metamórficos y consiguió que su boca adquiriera el tamaño de las puertas de una ciudad. Al verle cargar contra ellos, los guerreros celestes cayeron presa del pánico y cerraron fuertemente la Puerta Sur de los Cielos, sin atreverse a dar la batalla. Eso es lo que he querido decir con eso de que, de un solo golpe, se tragó en cierta ocasión a más de cien mil soldados de lo alto.”

Añadió el Rey Mono en voz alta:

“¿Quién puede decirme las capacidades que adornan a nuestro segundo soberano?”

Contestó otro Pequeño Cortador de Viento:

“Su altura alcanza casi los diez metros, posee unos ojos de fénix, y unos dientes tan largos como remos. Su nariz hace pensar, más bien, en un dragón. Cuando se enfrenta con alguien, lo único que tiene que hacer para derrotarle es enroscársela alrededor del cuerpo, como si fuera una serpiente. Es seguro que, aunque esté hecho de hierro o de acero, perecerá en un abrir y cerrar de ojos.”

Levantó después la voz y preguntó, una vez más:

“¿De qué extraordinarios poderes se jacta nuestro tercer soberano?”

Contestó en seguida otro de los Pequeños Cortadores de Viento:

“En realidad, no se trata de un monstruo de este mundo mortal, como muy bien da a entender su propio nombre: Masa de Nubes de Treinta Mil Kilómetros. Al moverse, agita los vientos y embravece los mares. Por si eso fuera poco, posee un arma terrible, llamado el jarrón de la doble fuerza del yin y el yang. El que tenga la desgracia de caer en su interior se transformará en una masa pastosa pronto.”

De esta manera, Wukong obtuvo la información que quería. Saltó de donde estaba sentado, blandiendo su temible barra de hierro.

Wukong, el Rey Mono, mata al Pequeño Cortador de Viento - Viaje al Oeste
Wukong, el Rey Mono, mata al Pequeño Cortador de Viento

En un abrir y cerrar de ojos, el Rey Mono aplastó las cabezas de todos aquellos desafortunados diablillos, reduciéndolas a una masa informe de carne sanguinolenta.

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