Mitología china, novelas, clásicos literarios

Episodio 127. Entregar una declaración de guerra

Tras elevarse hacia lo alto, no tardó en descubrir una montaña que se elevaba por encima de las masas más altas de nubes. En seguida Sun Wukong descendió sobre su cumbre y echó una mirada curiosa a su alrededor.

Pronto se oyó el sonido estridente de un gong y vio a un diablillo con un estandarte amarillo apoyado en el hombro y un bolsón de documentos a la espalda. En las manos llevaba un pequeño gong, que no dejaba de golpear con renovado entusiasmo.

El diablillo tañe el gong y entrega una declaración de guerra - Viaje al Oeste
El diablillo tañe el gong y entrega una declaración de guerra

Se dijo Wukong, riéndose:

“Así que este es el tipo que está metiendo tanto alboroto. Me pregunto qué clase de papeles llevará ahí dentro. Creo que lo mejor será que eche un vistazo.”

Tras sacudir ligeramente el cuerpo, Wukong se transformó en un joven taoísta. Dando la vuelta a la montaña, no tardó en toparse con el diablillo, al que saludó con las manos en alto, antes de preguntarle:

“¿Se puede saber adónde vais y qué tipo de documentos son esos que lleváis en el bolsón?”

El diablillo pareció reconocerle en seguida, porque dejó de tocar el gong, le devolvió el saludo con grandes muestras de alegría y explicó:

“Nuestro señor me envía al Reino Morado a entregar una declaración de guerra.”

El Rey Mono le agradeció la sugerencia doblando las manos y, tras despedirse de él, siguió tranquilamente su camino, mientras el diablillo volvía a tañer el gong y se disponía a reanudar el viaje. Pero apenas había dado unos cuantos pasos, echando mano de la barra de hierro, asestó al diablillo tal golpe en la cabeza, que le reventó el cráneo, rasgándole la piel y partiéndole el cuello. La sangre brotó copiosa, entremezclada con sesos, arrancando la vida de aquel cuerpo maltrecho.

Agarrando la declaración de guerra, se la metió entre las mangas. Cogió después el estandarte amarillo y el gong.

Cogió después de la cintura una placa de plata con una inscripción, que decía:

“Este joven funcionario responde al nombre de Ida y Vuelta, una persona más bien baja, con el rostro picado de viruelas y totalmente imberbe. En todo momento ha de llevar consigo esta placa. Quien no lo haga será considerado como un impostor.”

Exclamó el Rey Mono, sonriendo:

“¡Así que este tipo se llamaba Ida y Vuelta!”

Se la ató a la cintura. El cadáver lo arrojó en un arroyo.

Haciendo un signo mágico, se transformó en la imagen exacta de Ida y Vuelta. Sin pensarlo dos veces, empezó a golpear el gong y se dirigió con paso ligero hacia la Caverna de Xie Zhi. Al llegar a ella, oyó preguntar al chimpancé:

“¿Cómo es que has regresado tan pronto, Ida y Vuelta?”

“Ya ves” contestó el Rey Mono, muy a su pesar.

“Entra a informar de tus gestiones a nuestro señor. Te está esperando impaciente en el Pabellón de Descuartizar.” le ordenó el chimpancé.

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