En Viaje al Oeste, la vida de los inmortales suele ser de miles o decenas de miles de años. Los demonios suelen tener cientos de años.
La vida de los mortales tampoco es corta. Por ejemplo, el anciano que encontraron en la Montaña de los Dos Mundos tenía 130 años.
No pasó mucho tiempo antes de que se sirviera el té, momento que aprovechó el anciano para preguntar a Wu-Kung:
— Viaje al Oeste, Capítulo 14
—¿Cuántos años tienes, Gran Sabio?
—¿Y tú? —replicó Wu-Kung.
—Así, como quien no quiere la cosa, llevo ciento treinta años viviendo en este mundo —contestó el anciano.
Cuando monje Tang y sus discípulos llegaron al Monasterio de Guan Yin, Xuanzang preguntó al Anciano Jin Chi sobre su longevidad. El anciano respondió casualmente que tenía 270 años.
—¿Cuántos años tenéis, si me permitís la curiosidad? —preguntó Tripitaka.
— Viaje al Oeste, Capítulo 16
—Así, como quien no quiere la cosa —contestó el anciano—, he cumplido nada más y nada menos que doscientos setenta años.
¿Cómo lo hizo? La respuesta se encuentra en su relación con el demonio llamado Gran Rey Negro o el Viento Negro. Sun Wukong sospecha que el monstruo del viento negro le enseñó el método de la longevidad a este viejo monje.
Al terminar de leerlo, el Peregrino se echó a reír y dijo:
—Si encontrar la muerte no es verse afectado, que venga alguien a explicarme qué es. ¿Así que el viejo era amigo del monstruo? No me extraña que llegara a alcanzar la edad de doscientos setenta años. Me figuro que esa bestia le enseñaría un poco de magia y, así, pudo lograr la longevidad.
— Viaje al Oeste, Capítulo 17
Más tarde, el discípulo de aquel viejo monje también confirmó la sospecha del Rey Mono.
Tripitaka leyó, una vez más, la invitación, se la entregó a continuación al guardián del monasterio y le preguntó:
—¿Qué posibilidades hay de que vuestro maestro fuera un espíritu monstruo?
—Ninguna —contestó en seguida el guardián, cayendo de rodillas—. De hecho, era totalmente humano. Puesto que el Rey Negro alcanzó el grado de humanidad que ahora posee valiéndose de la meditación, venía con cierta frecuencia al monasterio a discutir con mi maestro sobre las escrituras sagradas. A cambio le enseñaba alguna que otra práctica mágica, tal como el dominio de la respiración y el cultivo de las propias esencias. Fue así como llegaron a hacerse grandes amigos.
— Viaje al Oeste, Capítulo 17
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