En la Era de Primavera y Otoño y de los Reinos Combatientes, las guerras constituían un componente central de la dinámica social.
Los filósofos y pensadores no permanecían ajenos a estas realidades bélicas. Laozi no constituye una excepció. Mediante la observación de los procesos militares, identificaron problemáticas de carácter filosófico, elevando su estudio a un plano metafísico.
Quien gobierna ateniéndose a Tao
no acosa al mundo con las armas
porque es un uso que tiende a retomar.
Donde acamparon las tropas
sólo pueden nacer espinas y zarzas,
y tras los ejércitos, vienen los años de miseria.
Así, el hombre bueno se conforma con lo obtenido
sin usar la violencia.
Y todo lo toma sin enorgullecerse,
sin jactancia,
sin obstinación,
sin enriquecerse.
Porque, las cosas, cuando han llegado a su madurez
empiezan a envejecer.
Esto ocurre a todo lo opuesto a Tao.
El Dao De Jing es primordialmente una obra filosófica, no un tratado militar. Sus reflexiones sobre estrategia bélica emergen desde la epistemología metafísica, no desde la praxiología castrense.
Al abordar cuestiones ontológicas como el movimiento del Dao o la dinámica yin-yang, inevitablemente intersecta con fenómenos guerreros: aunque filosofía y arte militar pertenecen a dominios disciplinares distintos, comparten vasos comunicantes esenciales en su estructura lógica y patrones transformativos.
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