El Dao pertenece al ámbito metafísico. No podemos percibirlo a través de la vista, el oído o el tacto.
Se le llama invisible porque mirándole
no se le ve.
Se le llama inaudible porque escuchándole
no se le oye.
Se le llama impalpable porque tocándole
no se le siente.
Estos tres estados son inescrutables
y se confunden en uno solo.
En lo alto no es luminoso,
en lo bajo no es oscuro.
Es eterno y no puede ser nombrado,
retorna al no-ser de las cosas.
Es la forma sin forma
y la imagen sin imagen.
Es lo confuso e inasible.
De frente no ves su rostro,
por detrás no ves su espalda.
Quien es fiel al Tao antiguo
domina la existencia actual.
Quien conoce el primitivo origen
posee la esencia del Tao.
La esencia del Dao trasciende toda percepción sensorial:
- No puede ser captado por los ojos;
- No puede ser escuchado por los oídos;
- No puede ser tocado por las manos.
Existe más allá de las coordenadas temporales humanas:
- Sin principio en el pasado;
- Sin fin en el futuro.
Sin embargo, podemos percibirle y beneficiarnos de él mediante la observación de los fenómenos generados por el funcionamiento del Dao.
Aunque inaprensible en sí mismo, su funcionamiento continuo manifiesta principios discernibles:
- Ciclicidad rítmica;
- Coherencia inquebrantable.
Al observar estos principios cósmicos, el ser humano puede:
- Orientar sus acciones presentes;
- Diseñar estrategias futuras.
Leave a Reply