En este capítulo, Laozi expone nuevamente dos pares de fenómenos contradictorios: ligereza y peso, movimiento y quietud, afirmando que en cada contradicción existe un aspecto fundamental.
Lo pesado es la raíz de lo ligero.
La calma somete a lo agitado.
Así, el sabio cuando viaja
no se aleja de la caravana.
Aunque pueda disfrutar de las cosas más excelsas,
conserva su paz y se hace superior.
¿Cómo el dueño de diez mil carros
puede obrar con ligereza en el imperio?
Quien se comporta ligeramente
pierde la raíz de su poder.
Quien se ofusca,
se pierde a sí mismo.
En la relación entre peso y ligereza, el peso es la raíz, mientras la ligereza es secundaria; si se prioriza lo ligero ignorando lo pesado, se pierde el fundamento. En la relación entre quietud y movimiento, la quietud es la base, y el movimiento deriva de ella; enfocarse únicamente en el movimiento conduce a la pérdida del dominio interno.
El hombre noble practica el Dao de manera constante, sin dejarse encadenar por la fama o los placeres materiales. En el contexto social del Período de Primavera y Otoño, Laozi critica a los gobernantes que, sumidos en el lujo, la frivolidad y los excesos, administraban sus reinos con imprudencia. Según su filosofía, un líder debe cultivar la serenidad y la prudencia, evitando la impulsividad y la superficialidad, para gobernar con eficacia.
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