SuaveG – The Gentle Path

Episodio 147. Hacer salir al tigre de su madriguera

El segundo demonio regresó a la caverna temblando de pies a cabeza. Antes de llegar, sus hermanos estaban ya al tanto de que había sido capturado y de que se lo habían llevado, tirando sin ninguna consideración de la trompa.

Precisamente estaban disponiendo las tropas para acudir en su auxilio, cuando le vieron regresar completamente solo. Tras darle la bienvenida, le condujeron al interior y le preguntaron qué había sucedido.

El segundo demonio repitió entonces las palabras del monje Tang, que le convertían en un auténtico héroe de la misericordia. Asombrados, los tres monstruos se quedaron mirando unos a otros durante cierto tiempo, sin saber qué contestar.

El segundo demonio se armó, finalmente, de valor y preguntó:

“Hermano, ¿llevamos al monje Tang a la otra parte de la cordillera o no?”

Respondió en seguida el demonio de mayor edad:

“Por supuesto que sí. Mirándolo bien, Sun Wukong es un mono compasivo y benevolente. Cuando estaba dentro de mi barriga, pudo haber terminado conmigo infinidad de veces, pero no lo hizo. Ahora mismo, sin ir más lejos, podría haberte estropeado la trompa para siempre, retorciéndotela o negándose a dejarte marchar libremente. Terminemos, de una vez, los preparativos y conduzcámoslos a la otra parte de la cordillera.”

Soltando la carcajada, el tercer demonio, por su parte, exclamó:

“¡Eso, eso! ¡Sirvámosles de escolta!”

Le preguntó el demonio de mayor edad:

“¿Qué te pasa? No pareces muy convencido. De todas formas, si no quieres acompañarnos, allá tú. Nadie va a obligarte a hacerlo.”

Replicó el tercer demonio:

“¿Por qué no escucháis primero lo que tengo que deciros? No tendría ningún inconveniente en dejar marchar a esos monjes, pero, puesto que insisten en que los acompañemos a lo largo de toda la cordillera, creo que deberíamos emplear con ellos la táctica de «hacer salir al tigre de su madriguera».”

Preguntó el demonio de mayor edad:

“¿Qué quieres decir con eso de «hacer salir al tigre de su madriguera»?”

Explicó el tercer demonio:

“Seleccionad dieciséis diablillos. Ocho de ellos se encargarán de transportar la silla, mientras que los ocho restantes irán abriendo el camino. Nosotros los seguiremos a cierta distancia. Como sabéis, a cuatrocientas millas al oeste de aquí, se encuentra mi ciudad, donde dispondremos de hombres y caballos de refresco. Cuando nos encontremos cerca de ella, todo lo que tenemos que hacer es… bueno, y los tres peregrinos quedarán separados, sin poder ayudarse unos a otros.”

Al oír eso, al demonio de mayor edad sólo le faltó ponerse a saltar de contento. Era como si acabara de salir de una resaca o de despertar de un mal sueño.

Exclamó, entusiasmado:

“¡Fantástico! ¡Realmente fantástico!”

Cuando llegaron cerca de donde se encontraban los peregrinos, el viejo monstruo levantó la voz y dijo con inesperado respeto:

“Venerable monje Tang, hoy es un día propicio para iniciar un viaje. Os ruego, pues, que aceptéis nuestra invitación y accedáis a que os transportemos a la otra parte de la cordillera.”

“¿Quiénes son todos ésos?” preguntó el maestro, volviéndose hacia Wukong.

Respondió el Rey Mono, señalándole con el dedo:

“Ese de ahí es el monstruo al que derroté esta mañana. Según parece, se ha decidido, por fin, a traer la silla.”

Juntando las manos e inclinándose hacia lo alto, exclamó Tripitaka:

“¡Santo cielo! Si no llega a ser por ti, todo habría concluido de una forma francamente lamentable.”

Los Tres Demonios escoltan al Monje Tang en la montaña de Camello-León - Viaje al Oeste
Los Tres Demonios escoltan al Monje Tang en la montaña de Camello-León

Salió después al encuentro de los demonios y los saludó, diciendo:

“Estoy en deuda con vuestra generosidad. Cuando regrese con las escrituras a las Tierras del Este, hablaré de vuestras inimitables virtudes a las gentes de Chang-An.”

Le suplicaron los demonios, una vez concluidos los saludos:

“¿Tenéis la amabilidad de subir al palanquín?”

De esta forma, dio comienzo la ascensión a la montaña. ¡Qué poco sospechaban los peregrinos que la desgracia estaba presta a lanzarse sobre ellos, cuando más confiados y alegres se sintieran! Como afirma un clásico, «la pobreza siempre acecha al final de los corredores de la riqueza». El dios de la guerra había estrechado su cerco sobre ellos, dispuesto a convertirlos en espíritus ajusticiados.

Los demonios se colocaron respetuosamente a ambos lados de la silla. Para que no sospecharan nada, los demonios redoblaron sus esfuerzos por mostrarse obsequiosos día y noche con Tripitaka.

Apenas llevaban recorridos treinta millas, le ofrecieron un banquete vegetariano, cosa que volvió a repetirse a cincuenta millas de marcha. Incluso, cuando estaba a punto de anochecer, tuvieron la delicadeza de detenerse, para que el maestro pudiera descansar. A lo largo de todo el viaje los demonios se comportaron con una corrección extraordinaria, lo que, unido a la abundancia de la comida, terminó llenando de alegría el corazón de los peregrinos. Normalmente elegían para pernoctar lugares apacibles y retirados, en los que dormían a pierna suelta.

De esta forma, recorrieron, siempre en dirección oeste, alrededor de cuatrocientas millas.

De repente apareció una ciudad al frente que le metió al Rey Mono tal susto en el cuerpo, que cayó inmediatamente al suelo.

Wukong se hallaba tumbado, muerto de miedo, en el suelo, cuando de pronto oyó un sonido como de viento justamente detrás de las orejas. Se dio la vuelta a toda prisa y vio que el tercer demonio se disponía a descargar sobre su cabeza un golpe terrible con un hacha cuadrada de doble filo. De un salto, echó mano de la barra de los extremos de oro e hizo frente a su adversario.

Los dos contendientes lucharon con tal concentración, que no intercambiaron ninguna palabra, mientras descargaban tajos terribles con los dientes apretados y la baba cayéndoles, abundante, por la comisura de los labios.

No tardó en presentarse el demonio de mayor edad. Dando órdenes a diestro y siniestro, trató de rebanar la cabeza a Bajie, que dejó a toda prisa al caballo y repelió el ataque con ayuda de su rastrillo.

El segundo demonio, por su parte, intentó atravesar con su lanza al Bonzo Sha, que detuvo a tiempo el golpe con su báculo de destrozar monstruos.

Los tres demonios y los tres monjes se enzarzaron en una batalla en la montaña de Camello-León - Viaje al Oeste
Los tres demonios y los tres monjes se enzarzaron en una batalla en la montaña de Camello-León

De esta forma, los tres demonios y los tres monjes se enzarzaron en una batalla en la cumbre misma de la montaña.

Siguiendo al pie de la letra las instrucciones que habían recibido, los diablillos cogieron de las riendas al caballo blanco y, después de reducir a Tripitaka, corrieron con la silla hasta los límites de la ciudad, donde dijeron a voz en grito:

“¡Traemos al monje Tang por orden de nuestros soberanos!”

Todos los monstruos que habitaban entre sus murallas se apelotonaron ante las puertas.

Sin permitirle bajar de la silla de mano, le llevaron directamente al Salón de los Carillones de Oro. Monje Tang temblaba de pies a cabeza, porque no veía ninguna cara conocida a su alrededor.

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