Episodio 105. Rey Toro

No tardó en llegar, el Rey Toro, a lomos de una nube, a la Caverna de Plátano en la Montaña de la Nube de Jade.

Los lamentos y los gritos de la Inmortal del Abanico de Hierro se oían por doquier.

En cuanto vio venir al Rey Toro, la Diablesa se abalanzó sobre él, al tiempo que gritaba con más desesperación:

“¡Maldito imbécil! Haya tomado tu personalidad y haya venido aquí a engañarme. Después de arrebatarme nuestro preciado tesoro, ese mono maldito recobró la forma que le es habitual y se marchó. ¡Oh, creo que voy a morirme!”

Le aconsejó el Rey Toro:
“¡No digas más tonterías, por favor! Lo mejor que puedes hacer ahora es tranquilizarte y arreglarte un poco. En cuanto le atrape, le arrebataré el abanico, le despellejaré y le trituraré todos los huesos.”

Rey Toro enfadado y Inmortal del Abanico de Hierro triste - Viaje al Oeste
Rey Toro enfadado y Inmortal del Abanico de Hierro triste

El Rey Toro salió en persecución del Rey Mono. Después de un tiempo, le vio con el abanico de plátano a la espalda surcando alegremente los cielos.

El Rey Toro dominaba a la perfección el arte de las setenta y dos metamorfosis y sus habilidades marciales no tenían nada que envidiar a las del Rey Mono, aunque su cuerpo era mucho más pesado y, por consiguiente, menos ágil. Puso a un lado las espadas, recitó un conjuro y, tras sacudir ligeramente el cuerpo, se convirtió en la copia exacta de Bajie. Dando un rodeo, salió al camino principal. De esa forma, pudo encontrarse cara a cara con el Rey Mono, al que saludó, agitando los brazos y gritando:

“¡Hermano! ¡Estoy aquí!”

Sun Wukong se alegró mucho de verle.

“¿Se puede saber adónde vas?” le preguntó, sonriendo.

Contestó el Rey Toro:

“Al ver que tardabas tanto tiempo en volver, el maestro temió que no pudieras derrotar tú solo a ese demonio y me pidió que fuera a ayudarte. Ya sabes lo ansioso que está por obtener ese tesoro.”

“No hay que preocuparse ya de nada. Acabo de hacerme con él.” contestó Wukong, acentuando el brillo de su sonrisa.

“Después de tantas fatigas debes de estar muy cansado. Si quieres, te puedo llevar el abanico.” dijo el Rey Toro.

Wukong no sabía que ese Bajie era falso, así que entregó de buena gana el abanico al Rey Toro.

Recitó un conjuro y al instante recobró entonces el Rey Toro la figura que le era habitual y gritó con desprecio:

“¡Maldito mono! ¿Es que no me reconoces?”

Rey Toro recuperó el abanico de Wukong, el Rey Mono - Viaje al Oeste
Rey Toro recuperó el abanico de Wukong, el Rey Mono

Estaba tan furioso el Rey Mono, que cogió la barra de hierro y la dejó caer con fuerza sobre la cabeza del Rey Toro.

El monje Tang permanecía sentado junto al camino, acosado por la intranquilidad del calor y la sed.

“Wukong es un caminante incansable. Normalmente recorre dos mil millas en un abrir y cerrar de ojos. ¿Cómo es que lleva sin aparecer un día entero? ¡Por fuerza tiene que estar luchando con ese Rey Toro!”

Batalla entre el Rey Mono y el Rey Toro Demonio - Viaje al Oeste
Batalla entre el Rey Mono y el Rey Toro Demonio

Volviéndose hacia Wuneng y Wujing, preguntó:

“¿Quién de vosotros quiere ir a buscarle?”

Antes de elevarse hacia las nubes y de dirigirse en dirección este, Bajie se ajustó bien la camisa de seda negra y se puso el rastrillo a la espalda.

Mientras viajaba, de repente oyó unos gritos terribles y el bramar de un viento extremadamente fuerte. Detuvo al punto la nube y vio al Rey Mono y al Rey Toro enzarzados en una formidable batalla.

Bajie agarró con fuerza el rastrillo y gritó con todas sus fuerzas:

“¡En, hermano, estoy aquí!”

Al ver la fiereza con que le atacaba Bajie, el Rey Toro comprendió que no podía seguir conservando su campo y se dio a la huida. El espíritu de la montaña le salió, entonces, al encuentro, tratando de cortarle la retirada con un destacamento de fantasmas.

Le gritó:

“Es mejor que no huyáis. Ningún dios se opondría a que el monje Tang cruce su territorio camino del Paraíso Occidental en busca de las escrituras, porque todo el mundo sabe que goza de los favores del Cielo. Las Tres Regiones están al tanto de su empresa y eso le ha granjeado el apoyo de cuantos moran en cada uno de los puntos cardinales. ¿Por qué os empeñáis en no prestarle vuestro abanico para apagar las llamas y permitirle seguir adelante? ¿No comprendéis que el Cielo puede encontraros culpable y decretar vuestro ajusticiamiento?”

La situación del Rey Toro no podía ser más comprometida. Sacudió después ligeramente el cuerpo y, tras convertirse en un cisne, se elevó majestuoso por los aires. Al verlo, Wukong se volvió hacia Bajie y le dijo:

“¿Qué haces? ¿No ves que se escapa el Toro?”

Ni el cerdo ni el espíritu de la montaña se habían percatado de lo ocurrido. Lo único que sabían era que le habían perdido de vista.

“¿No le veis allí?” gritó el Rey Mono, señalando con el dedo hacia arriba.

“¿Te refieres a aquello? No es más que un cisne.” preguntó Bajie, desconcertado.

“¡Qué va a ser un cisne! ¡Es una de las metamorfosis del Rey Toro!” exclamó el Rey Mono.

“¿Qué podemos hacer?” preguntó, preocupado, el dios de la montaña.

Wukong sacudió ligeramente el cuerpo y se transformó en un buitre de Manchuria, que se elevó hacia lo alto como si fuera una flecha. Con sus poderosas alas dibujó varios círculos en el aire, antes de dejarse caer sobre el cisne con las garras apuntándole al cuello y el pico a los ojos.

el Rey Mono y el Rey Toro se transforman y luchan - un cisne vs un buitre de Manchuria - Viaje al Oeste
el Rey Mono y el Rey Toro se transforman y luchan – un cisne vs un buitre de Manchuria

El Rey Toro comprendió que se trataba de una de las metamorfosis del Rey Mono y, estirando cuanto pudo las alas, se convirtió en un águila de plumaje amarillento, que se volvió contra el buitre.

Pero el Rey Mono logró transformarse en seguida en un fénix negro, el mayor enemigo que pueda tener un águila. Sabedor de su inferioridad de condiciones, el Rey Toro tomó la figura de una garza blanca y, lanzando un graznido de triunfo, se dirigió volando hacia el sur. Durante unos segundos el Rey Mono se quedó suspendido en el aire y, agitando levemente las plumas, adoptó la forma de un fénix rojizo, que dejó oír el largo lamento de su canto. Como el fénix es el rey y señor de las aves, la garza blanca no se atrevió a tocarle.

Entonces extendió del todo las alas, se dejó caer en picado sobre un despeñadero y, con una ligera sacudida del cuerpo, se metamorfoseó en un ciervo, que se puso a pastar, desconfiado, entre la alta hierba que cubría la falda de la montaña.

El Rey Mono no tardó en reconocerle y, posándose sobre el suelo, se transformó en un tigre hambriento, que se lanzó en persecución del ciervo con el ánimo de devorarle. Asustado, el Rey Toro consiguió convertirse a tiempo en un enorme leopardo de pintas negras, que se volvió para atacar al tigre.

El Rey Mono giró en la dirección en la que soplaba el viento y, moviendo imperceptiblemente la cabeza, adoptó la forma de un león asiático de ojos dorados, un rugido tan sobrecogedor como el rolar de un trueno y una cabeza tan poderosa como el bronce, que se abalanzó valientemente sobre el leopardo.

El Rey Toro tembló de miedo, al ver su sombra, pero logró metamorfosearse en un oso gigante, que trató de atrapar con sus enormes zarpas al león.

el Rey Mono y el Rey Toro se transforman y luchan - un oso vs un elefante - Viaje al Oeste
el Rey Mono y el Rey Toro se transforman y luchan – un oso vs un elefante

Dejándose caer por tierra, el Rey Mono tomó la figura de un elefante de piel rugosa con la trompa tan fuerte como una serpiente pitón y los colmillos tan gruesos y flexibles como un tronco de bambú. Sacudiendo con destreza la trompa, trató de agarrar al oso.

Pero el Rey Toro, soltando una carcajada estentórea, se manifestó tal cual era: un gigantesco toro blanco con la cabeza tan grande como una montaña escarpada y los ojos tan brillantes como rayos. Sus cuernos parecían dos alambicadas pagodas de acero y sus dientes eran como dagas extremadamente afiladas. Tiene más de tres mil metros de largo y más de dos mil seiscientos metros de alto.

“¡Mono maldito! ¿Quieres decirme cómo vas a hacerme frente ahora?”
gritó en tono triunfante.

Haciendo uso de sus extraordinarios poderes mágicos, los dos monstruos se enzarzaron a media altura en una escalofriante batalla, que puso en guardia a los dioses que moran en el vacío: el Guardián de la Cabeza de Oro, los Seis Dioses de la Luz, los Seis Dioses de las Tinieblas y los Dieciocho Protectores de los Monasterios. Todos ellos acudieron, presurosos, a tomar parte en la batalla y se colocaron alrededor del Rey Toro.

Presa del pánico, el Rey Toro se dirigió a toda prisa hacia el sur, pero fue interceptado por el Protector Diamantino de la Victoria Final, dueño de un inconmensurable poder del dharma y Señor de la Caverna del Frío Puro, en la Montaña de O-Mei, que le gritó en tono severo:

“Buda en persona me ha encargado que te capture.”

El Rey Toro sintió que las piernas se negaban a obedecerle, pero, haciendo un esfuerzo supremo, consiguió escabullirse en dirección este. No tardó en ser detenido por el Protector Diamantino de la Fuerza Insuperable, un asceta mendicante procedente de la Cordillera-que-toca-el-oído, en el Monte Sumeru, que le gritó en tono de reproche:

“¿Adónde crees que vas, Toro? He venido a arrestarte por expreso deseo de Tathagata.”

Sin saber adónde huir, el Rey Toro se volvió, entonces, hacia el Oeste, pero le cortó el paso el Gran Protector Diamantino Sempiterno, un inmortal indestructible originario de las Cumbres del Rayo Dorado, en el Monte Kun Lun, que le gritó en tono despectivo:

“¿Hacia dónde te diriges? Estoy aquí por orden personal del Honorable Buda del Monasterio del Trueno, en el Paraíso Occidental, para impedirte la huida. ¿Cómo crees que vas a escapar?”

El Rey Toro ni siquiera tuvo tiempo de arrepentirse. Volvió la cabeza y vio avanzar hacia él a los guerreros budistas y a los generales celestes con las redes cósmicas extendidas. Se montó en una nube y trató de huir hacia arriba. Para su sorpresa, le cortaron la retirada el Devaraja Li y el Príncipe Nata, que venían acompañados del Vajrayaksa del Vientre de Pez y el General del Espíritu Poderoso.

“¿Adónde vas tan deprisa? ¡Detén, de una vez, tu loca carrera! Hemos venido a capturarte por orden del Emperador de Jade.”

El Toro mugió, desesperado, y comenzó a sacudir la cabeza y el rabo, tratando de librarse de aquel tormento. Para escapar del dolor, recurrió a sus poderes metamórficos, pero el Devaraja Li volvió hacia él su espejo de reflejar monstruos y no pudo transformarse en nada. Comprendiendo que no tenía escapatoria, empezó a gritar:

“¡No me matéis! ¡Prometo que, si me perdonáis la vida, aceptaré los principios del budismo!”

Replicó el Príncipe Ne Zha:
“Si tu arrepentimiento es sincero, entréganos inmediatamente el abanico y te creeremos.”

“¡No puedo hacerlo! ¡Lo tiene mi esposa!” gritó el Toro.

A la llamada del Wukong, se reagruparon los Cuatro Protectores Diamantinos, los Seis Dioses de la Luz y los Seis Dioses de las Tinieblas, los Protectores de los Monasterios, el Devaraja Li, el General del Espíritu Poderoso, Bajie, el espíritu de la montaña y todas sus huestes de soldados. Juntos se dirigieron a la Caverna de Plátano, tirando del Rey Toro, que gritó con voz lastimera al llegar:

“¡Señora! Si quieres seguir viéndome vivo, entrégales el abanico, por favor.”

Los dioses sometieron al Rey Demonio Toro y Wukong obtuvo el abanico - Viaje al Oeste
Los dioses sometieron al Rey Demonio Toro y Wukong obtuvo el abanico

La Diablesa se echó rostro en tierra y empezó a golpear el suelo con la frente, diciendo:

“¡Por lo que más queráis, perdonadnos la vida, bodhisattvas! Estamos dispuestos a entregar de buena gana el abanico a nuestro hermano Sun, para que pueda conseguir el fin que se ha propuesto.”

Sin pérdida de tiempo, el Rey Mono cogió el abanico y todos se dirigieron hacia el este, montados en sus nubes.