A primera vista, el objetivo directo del viaje al Oeste para obtener las escrituras es que el emperador Taizong de Tang quiere obtener el Budismo Mahayana para salvar a las almas perdidas.
En realidad, es una estrategia del poder budista encabezado por Buda Rulai para llevar las escrituras y difundir el budismo a la dinastía Tang en el Este.
El Patriarca Budista se quedó a vivir en el Monasterio del Trueno, enclavado en el corazón de la Montaña del Espíritu. Un día llamó a su alrededor a los budas, los arhats, los guardianes, los bodhisattvas, los reyes de diamante, las monjas y monjes mendicantes y les dijo:
—Desconozco el tiempo exacto que ha pasado desde que dominé al mono soberbio y pacifiqué el cielo. Calculo, de todas formas, que sobre la tierra ha debido de transcurrir por lo menos un milenio. Hoy es el día décimo quinto del primer mes del otoño y quisiera compartir con vosotros el cuenco que he preparado para celebrar la fiesta de los bienaventurados. Lo he llenado con más de cien clases de flores exóticas y un millar de frutos extraños. Espero que tengáis a bien aceptar mi humilde ofrecimiento.
— Viaje al Oeste, Capítulo 8
Fue en esta asamblea donde Buda anunció el plan para transmitir las escrituras.
Cuando hubo terminado de adoctrinar a sus seguidores, Tathagata les dijo:
—He observado detenidamente los Cuatro Grandes Continentes y he llegado a la conclusión de que la moralidad de sus habitantes varía mucho de un lugar a otro. Los que moran en Purvavideha, el del Este, adoran a la Tierra y al Cielo y son pacíficos y honrados. Los de Uttara-kuru, el del Norte, aunque parecen gozar destruyendo toda forma de vida, lo hacen movidos por su propia necesidad de subsistencia. De hecho, poseen una mente bastante apagada y una voluntad llamativamente apática, por lo que, en el fondo, son incapaces de hacer daño a nadie. Los de Aparagodaniya, el del Oeste, no son avaros ni muestran una desmesurada tendencia a matar. Son gentes que controlan sus impulsos y dominan sus instintos. No existen, por supuesto, entre ellos iluminados de primer orden, pero es seguro que la gran mayoría alcanzará una edad muy avanzada. Los que, por el contrario, habitan en Jambudvipa, el del Sur, son propensos a la lascivia, a las contiendas, al sacrificio de animales y a toda clase de mal obrar. Están atrapados en las arenas movedizas de la maledicencia y en el proceloso mar de la difamación. No obstante, en mi poder tengo tres grandes cestos de escrituras sagradas capaces de persuadir al hombre para que inicie una vida de virtud y buenas obras.
— Viaje al Oeste, Capítulo 8
Yo mismo iría a llevárselas a los habitantes de las Tierras del Este, pero son tan estúpidos y hacen tal mofa de la Verdad que desconocen los dictámenes más básicos de nuestras leyes y se burlan abiertamente de la auténtica escuela del Yoga. Necesitamos, por tanto, a alguien con suficiente peso moral para que vaya a esa parte del mundo y encuentre a un creyente auténtico, al que pedirá el tremendo sacrificio de trasponer las mil montañas y de vadear los mil ríos que le separan de aquí para venir a recoger las escrituras. De esta forma, los moradores del este recibirán la iluminación y podrán gozar de tantas bendiciones como granos de arena forman una montaña o gotas de agua constituyen la inmensidad de un océano. ¿Quién de vosotros está dispuesto a emprender ese viaje?
— Viaje al Oeste, Capítulo 8
¿Era tan mala la situación social en la dinastía Tang del Este? Cuando el equipo que iba a buscar las escrituras llegó al Templo de la Nube Misericordiosa en la India, tuvo la siguiente conversación:
—Vuestro humilde servidor —respondió Tripitaka, respetuoso— procede de la corte de los Tang, en China.
Al oírlo, el monje se postró de hinojos y empezó a hacer reverencias. Desconcertado, el monje Tang se apresuró a levantarle del suelo, al tiempo que le preguntaba:
—¿A qué viene toda esta ceremonia?
—Cuando las gentes virtuosas de esta región recitan los sutras y salmodian el nombre de Buda, su gran esperanza es llegar a reencarnarse un día en China —respondió el monje, juntando las manos a la altura del pecho—. Nada más veros, he comprendido que vuestro noble semblante sólo puede ser producto de una dedicación total a la ascesis en existencias anteriores. Nada más justo, pues, que me arrodille ante vos.
— Viaje al Oeste, Capítulo 91
Se ve que los habitantes de Aparagodaniya occidental piensan que Datang es un buen lugar para todos. La transmisión de las escrituras tenía fines políticos y económicos.
—¿Por qué no dejas de gritar, de una vez? —le reprendió el Patriarca Budista, sonriendo—. No desconocía que esos dos fueran a pediros algo a cambio. Después de todo, las escrituras no han de darse a la ligera ni recibirse sin ningún tipo de compensación. De hecho, hace cierto tiempo algunos de nuestros monjes bajaron la montaña y fueron a recitar los textos sagrados a la mansión del respetable Chao, en el reino de Sravasti, para que los muertos de la familia encontraran el descanso definitivo y los vivos se vieran libres de todo mal. A cambio de tan meritorios servicios sólo le pidieron tres monedas de cobre y tres medidas de arroz. Yo les dije que habían sacado muy poco y que, a causa de su generosidad, sus descendientes se iban a ver en grandes aprietos económicos. Se nota que aprendieron bien la lección, porque, al presentaros vosotros con las manos vacías, os hicieron entrega de unos textos en blanco.
— Viaje al Oeste, Capítulo 98
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