Episodio 83. Wukong mendiga arroz

Escapó el monje Tang de la trampa de hielo del Río-que-llega-hasta-el-cielo y cómo logró atravesarlo a lomos de una tortuga blanca.

El monje Tang cruza el río con la ayuda de la tortuga y se despide de la aldea Chen
El monje Tang cruza el río con la ayuda de la tortuga y se despide de la aldea Chen

Sin hacer caso de tantas adversidades, los cuatro monjes se lanzaron a la conquista del pico, temblando de pies a cabeza. Una vez traspuesto, vieron a lo lejos una especie de torre y unas cuantas casas de aspecto muy peculiar. El monje Tang detuvo la cabalgadura y dijo a sus discípulos:

“Siento tanta hambre y tanto frío que no podéis figuraros la alegría que me produce ver esas construcciones ahí delante. Por fuerza tiene que tratarse de un pueblo, de un templo o de un monasterio. Acerquémonos a mendigar algo de comer. Proseguiremos el viaje, en cuanto nos hayamos llevado algo a la boca.”

El Rey Mono abrió cuanto pudo los ojos y comprobó que tan peculiar lugar estaba cubierto por un aire de origen diabólico y una neblina que sólo presagiaba desdichas.

“Ese no es un buen lugar, maestro” afirmó Wukong, volviéndose hacia monje Tang.

Preguntó Tripitaka:

“¿Por qué no? ¿Acaso no hay gente viviendo ahí?”

Contestó el Rey Mono, sonriendo:

“¿Cómo podría explicároslo? A lo largo del camino que conduce hacia el Oeste hay infinidad de diablos y monstruos con poderes suficientes como para levantar de las casas y pueblos: meras trampas para atraer a los viajeros incautos.”

Concluyó Tripitaka:

“Está bien. No entraremos ahí. Sin embargo, insisto en que tengo un hambre terrible.”

Respondió Sun Wukong:

“En ese caso, bajad del caballo y sentaos en el suelo, mientras voy en busca de algo que os podáis llevar a la boca.”

El Rey Mono se despidió de sus tres compañeros, pero, antes de iniciar el vuelo, volvió, una vez más, sobre sus pasos y dijo al maestro:

“Soy consciente de que os cuesta muchísimo quedaros sentado sin moveros de acá para allá. Si me lo permitís, voy a ofreceros cierta protección.”

Se sacó de la oreja la barra de los extremos de oro y trazó en el suelo un gran círculo. A continuación pidió al monje Tang que se sentara en el centro, mientras Bajie y Bonzo Sha permanecían de pie a su lado. También el caballo y el equipaje fueron colocados en el interior del círculo, a dos pasos de ellos.

wukong trazó un círculo para proteger monje tang, Bajie y Bonzo Sha - Viaje al Oeste
Wukong trazó un círculo para proteger monje Tang, Bajie y Bonzo Sha

El Rey Mono juntó las manos a la altura del pecho e, inclinándose ante el monje Tang, dijo:

“Este círculo que acabo de dibujar es tan fuerte como un muro de acero. Los habitantes de ese villorrio, sean tigres, lobos, espíritus o demonios, no se atreverán a acercarse a vos. Pero, para que su poder sea realmente efectivo, debéis permanecer todo el rato en su interior Si os quedáis ahí sentado, no os sobrevendrá mal alguno. Pero, si no prestáis atención a mis palabras y abandonáis su protección, con toda probabilidad correréis un grave e irremediable peligro. ¡Por lo que más queráis, hacedme caso!”

Tripitaka y los otros dos discípulos prometieron seguir sus consejos al pie de la letra y se sentaron, solemnes, dentro del círculo.

Wukong montó entonces en una nube y se dirigió hacia el sur en busca de un lugar en el que mendigar algo de comida. No tardó en descubrir un pueblo cerca de unos altísimos y centenarios árboles.

La belleza de aquel paisaje atrajo la atención del Rey Mono. Se abrió una de las puertas de madera y apareció un anciano. Caminaba apoyado en un bastón y, levantando la vista hacia el cielo, exclamó:

“¡Vaya, se está levantando el viento del noroeste! Eso quiere decir que mañana hará bueno.”

No había acabado de decirlo, cuando detrás de él surgió un perro pequinés, que corrió hacia donde estaba el Rey Mono, ladrando furioso. El anciano se dio la vuelta y se topó con el Rey Mono, que estaba justamente a sus espaldas con el cuenco de las limosnas en la mano. Wukong se inclinó y dijo, respetuoso:

“Este humilde monje, señor, ha sido enviado por el Gran Emperador de los Tang, de las Tierras del Este, al Paraíso Occidental en busca de las escrituras de Buda. Al pasar por esta región, mi maestro sintió hambre y eso me ha movido a acercarme hasta vuestra respetable morada, para mendigar un poco de comida vegetariana.”

Rey Mono le mendiga arroz al anciano - Viaje al Oeste
Rey Mono le mendiga arroz al anciano – Viaje al Oeste

El anciano sacudió la cabeza y, tras golpear varias veces el suelo con un bastón, contestó:

“Me parece que os habéis equivocado de camino. El camino que conduce al Paraíso Occidental pasa a más de mil millas al norte de aquí. Si es verdad que vuestro maestro está esperándoos para comer, muy bien se puede morir de hambre, porque para recorrer una distancia de mil millas se precisan seis o siete días de continuo caminar. Y eso siendo un viajero experimentado. La vuelta os llevará otro tanto por lo menos.”

Explicó Sun Wukong, soltando la carcajada:

“A decir verdad, no hace ni media hora que me he despedido de mi maestro. De hecho, llegar hasta aquí me ha llevado el tiempo justo para tomar una taza de té. “

Al oír eso, el anciano se asustó mucho y se dijo, temblando:

“¡Por fuerza, este monstruo tiene que ser un fantasma!”

Dándose la vuelta, el anciano dejó caer el bastón y se metió en casa corriendo y gritando como un loco:

“¡Un fantasma, un fantasma!”

Los que vivían en aquella casa se pusieron a temblar de miedo y cerraron a toda prisa las puertas y ventanas.

Hizo un gesto mágico con los dedos y al instante el Rey Mono se tornó invisible. No le costó, de esa forma, llegarse hasta la cocina.

El rey mono roba arroz - Viaje al Oeste
El rey mono roba arroz

Había, en efecto, un caldero al fuego lleno de arroz hasta la mitad. Metió en él el cuenco de las limosnas y lo sacó repleto de comida. Cumplido el propósito que hasta allí le había llevado, volvió a montarse en una nube y regresó al lado de su maestro.


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