Episodio 77. El sacrificio de un niño y una niña

Wukong consoló a los dos ancianos y les dijo:

“No hay necesidad de estar tristes. Cambiaré de buena gana mi vida por la de vuestro hijo. Eso os permitirá conservar vuestro apellido durante generaciones y generaciones. Estoy dispuesto a ser ofrecido a ese Gran Rey del que me habéis hablado.”

Replicaron los ancianos, arreciando en su llanto:

“Desconocéis una cosa, ese Gran Rey está al tanto de todo cuanto ocurre porque viene con frecuencia a visitarnos. Es tan sagaz que conoce a todas las familias de este lugar, recordando, incluso, el día y la hora de nuestros nacimientos.  Este monstruo solo se come a los niños nacidos en nuestro pueblo. ¿Cómo vamos a engañarle, si sabe sobre nosotros más que nosotros mismos?”

Comentó el Rey Mono:

“Vuestra situación es, ciertamente, complicada. ¿Podrías sacar a vuestro hijo? Me gustaría conocerle.”

Chen Qing se retiró al interior de la casa y regresó al poco rato, acompañado de su hijo, Chen Guan Bao.

Al verle, el Rey Mono le llevó al punto más luminoso que había en el salón, le miró con detenimiento y, tras recitar un conjuro y sacudir ligeramente el cuerpo, se convirtió en su copia exacta. El anciano estaba tan desconcertado que cayó al suelo de hinojos, exigiendo al monje Tang a grandes voces:

El Rey Mono se convierte en una réplica del niño - Chen Guan Bao - Viaje al Oeste
El Rey Mono se convierte en una réplica del niño – Chen Guan Bao

“¡Decidme cuál de estos dos es mi hijo! ¡Es increíble! ¿Cómo ha podido ese discípulo vuestro transformarse en mi hijo, si estaba hablando tranquilamente con nosotros? Ordenad a vuestro discípulo que vuelva a manifestarse tal cual es. ¡Os lo pide un padre desconcertado y a punto de perder el juicio!”

Sun Wukong satisfizo al punto los deseos del anciano, preguntó, sonriendo:

“¿Me parecía a vuestro hijo?”

Eso hizo que el viejo exclamara, maravillado:

“¡Sois realmente asombroso! Erais clavado a él. Poseíais sus mismos rasgos, su misma voz, sus mismas ropas y hasta su misma altura.”

Confirmó el Rey Mono:

“Así es. Pero vuestras observaciones se han mantenido en el campo de la mera superficialidad. Sacad un peso y veréis que no nos diferenciamos en un solo gramo.”

Volvió a exclamar el anciano, comprobando que era verdad:

“¡Extraordinario! ¡Vuestro peso es idéntico!”

Inquirió, una vez más, el Rey Mono:

“¿Creéis que podría servir para el sacrificio?”

“Sin lugar a dudas. Nadie se daría cuenta del cambio, eso seguro.” contestó el anciano.

Golpeando repetidamente el suelo con la frente, añadió Chen Qing:

“Si hacéis eso, donaré al monje Tang más de mil libras de plata pura, para que pueda llegar sin ningún contratiempo al Paraíso Occidental.”

“¡Eh, eh, un momento! ¿Es que no pensáis agradecérmelo a mí?” replicó Sun Wukong.

“¿Para qué? Si vais a ocupar el lugar de mi hijo, estaréis totalmente acabado.” contestó el anciano.

“¿Qué queréis decir con eso de acabado?” inquirió el mono.

“Que el Gran Rey os devorará, como si fuerais un pollo.” contestó el anciano.

“En fin, dejémoslo. Estoy a merced de Dios.” respondió Wukong.

 Chen Cheng, por su parte, se retiró detrás del biombo y comenzó a llorar, desconsolado.

Comprendiendo el motivo de su pena, Rey Mono se llegó hasta él y, tirándole de la manga, dijo:

“Veo que no participáis de la alegría de vuestro hermano, de lo que deduzco que estáis preocupadísimo por la suerte que va a correr vuestra hija. ¿No es así?”

Chen Cheng asintió con la cabeza y cayendo de hinojos, respondió:

“No puedo renunciar a ella, maestro. Debería estaros agradecido por cuanto vais a hacer por mi sobrino, pero la verdad es que sólo tengo a esa niña y me moriré de pena, cuando la haya perdido. ¿Comprendéis ahora mi dolor? Renunciar a ella es renunciar a mí mismo.”

Le urgió el Rey Mono:

“Id a toda prisa y preparad cinco toneles de arroz. Añadid unos cuantos platos vegetarianos y ofrecédselo todo a ese hermano mío del morro saliente. En cuanto haya dado buena cuenta de ello, pedidle que se transforme en vuestra hija. ¿Qué os parece?”

 Sun Wukong ordenó después al Bonzo Sha que cuidara del monje Tang, mientras Bajie y él usurpaban la personalidad de Chen Guan Bao y de Carga de Oro. Cuando todo estuvo a punto, el Rey Mono preguntó:

“¿Cómo habréis de ofrecernos a esa bestia? ¿Atados, cocidos o hechos picadillo?”

“No bromees más a costa mía, por favor. Yo no podría resistir una prueba de ese tipo, tú lo sabes bien.” le suplicó Bajie.

Contestó uno de los ancianos:

“No, no. Os sentaréis en dos dejas de laca roja y los criados se encargarán de llevaros al templo Gran Rey.”

“Excelente. Traed esas bandejas de las que habláis. Cuanto antes nos sentemos en ellas, mejor.” Comentó el Rey Mono.

Cuando hablando de estas cosas, oyeron tras la puerta un gran alboroto de voces, entreveradas de batir de tambores y gongs. Todo el pueblo se había reunido ante la casa, portando las antorchas y lámparas y exigiendo con insistencia:

“¡Sacad al muchacho y a la muchacha, de una vez!”

Los aldeanos llevaban ofrendas, un niño y una niña al sacrificio - Viaje al Oeste
Los aldeanos llevaban ofrendas, un niño y una niña al sacrificio – Viaje al Oeste

Mientras los ancianos se abandonaron al llanto, los cuatro criados cargaron con las mesas y salieron de la casa.


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