Episodio 71. Suplicar elixir de oro y agua sagrada

Un joven taoísta se puso a gritar como un loco, al tiempo que golpeaba sin parar la puerta de los aposentos de sus maestros.

“¡Respetables Instructores! ¡Ha ocurrido una terrible desgracia!”

Los tres taoístas no se habían dormido todavía y, abriendo la puerta, le preguntaron en tono recriminatorio:

“¿Se puede saber de qué desgracia estás hablando?”

Explicó el joven taoísta, temblando de pies a cabeza:

“Me dejé la campanilla en el salón de las ofrendas y, antes de acostarme, volví a por ella. Estaba muy oscuro, pero, al ir a cerrar la puerta, oí una tremenda risotada, que casi me hace perder la razón.”

Ordenaron al punto los tres taoístas:

“Traed antorchas. Es preciso que comprobemos en seguida de qué se trata.”

Todos los taoístas que moraban a lo largo de los dos pasillos se levantaron a toda prisa de la cama y se dirigieron en tropel al salón de las ofrendas con lámparas y hachones en las manos.

Al sentir que alguien se acercaba, Wukong, Bajie y Bonzo Sha se callaron de inmediato,sentándose en los tronos con ademanes solemnes.

Los taoístas los examinaron por detrás y por delante con ayuda de sus antorchas y lámparas, pero no vieron en ellos otra cosa que ídolos de barro pintados en oro.

Comentó el Inmortal Fuerza de Tigre:

“No se ve por aquí ningún ladrón. ¿Quién ha podido comerse, entonces, todas las ofrendas?”

Sentenció el Inmortal Fuerza de Ciervo:

“Por fuerza han tenido que ser seres humanos los que han acabado con ellas. ¿No veis cómo han pelado las frutas y tirado después las pepitas? Eso sólo pueden hacerlo hombres de carne y hueso.”

Les aconsejó el Inmortal Fuerza de Cabra:

“No seáis tan suspicaces, hermanos. Yo, por mi parte, opino que, debido a nuestra incuestionable piedad y al hecho de que día y noche recitamos de continuo oraciones y textos sagrados por el bien del Emperador, los Inmortales Celestes se han conmovido y han decidido hacernos una visita. Es mi opinión, por tanto, que han bajado de buenas a primeras a la tierra y han comido estas ofrendas. Sugiero que, puesto que sus carrozas de garzas todavía se encuentran en este lugar, les supliquemos respetuosamente que nos concedan un poco de elixir de oro y de agua sagrada para que podamos regalárselos después a su majestad. De esa forma su vida se vería alargada considerablemente y jamás envejecería. ¿No nos estaría eternamente agradecido por tan extraordinario favor?”

Concluyó el Inmortal Fuerza de Tigre:

“Tienes razón.”

Ordenó a continuación, volviéndose a sus seguidores:

“Discípulos, empezad a tocar y a recitar escrituras, y traednos las vestimentas rituales. Es preciso que nos elevemos hasta las estrellas para presentar nuestras súplicas.”

Los tres taoístas y inmortales de tigre, ciervo y cabra suplican elixir de oro y agua sagrada - Viaje al Oeste
Los tres taoístas y inmortales de tigre, ciervo y cabra suplican elixir de oro y agua sagrada

Los taoístas obedecieron al instante, colocándose en dos filas contrapuestas. No pasó mucho tiempo, antes de que empezaran a recitar al ritmo de los golpes de gong, el texto conocido como Las Auténticas Escrituras de la Corte Amarilla.

Arrepentido de lo que había hecho, murmuró Bajie:

“Todo esto es culpa nuestra. Después de comer esas ofrendas, deberíamos irnos inmediatamente. ¿Qué respuesta vamos a dar a una súplica tan sincera como ésa?”

El Rey Mono le dio inmediatamente un pellizco para que se callara. Sin embargo, lo más sorprendente fue que él mismo abrió la boca y dijo en voz alta:

“Dejad vuestras oraciones, inmortales de la nueva generación. Aunque nos gustaría complacer vuestros deseos, nos tememos que no podremos hacerlo de momento, porque venimos del Festival de los Melocotones Inmortales y no hemos traído nada de elixir de oro ni agua sagrada. Si no os importa, volveremos otro día y os lo daremos.”

Todos los taoístas se echaron a temblar, al ver que era la estatua la que hablaba. Sin poderse contener, gritaron, entusiasmados:

“¡Han bajado a la tierra los Respetables Inmortales! ¿Cómo vamos a dejarlos marchar, sin que nos transmitan la fórmula mágica de la eterna juventud?”

Bonzo Sha dio al Wukong un pellizco, al tiempo que le susurraba, muy nervioso:

“Aquí están otra vez con sus oraciones. ¿Qué podemos hacer?”

“Creo que debemos darles lo que piden.” opinó el Rey Mono.

Reconoció Bajie:

“Me parece muy bien. Pero ¿de dónde vamos a sacarlo?”

Respondió el Rey Mono:

“Mira con atención y verás qué pronto lo soluciono.”

En cuanto los taoístas hubieron terminado sus recitados, el Peregrino volvió a levantar la voz, diciendo:

“Está bien. Traednos unos recipientes.”

Los taoístas tocaron repetidamente el suelo con la frente en señal de gratitud. Fuerza de Tigre era una persona egoísta en extremo y ordenó meter en el salón de las ofrendas un tonel enorme. Fuerza de Ciervo se conformó con una tinaja del jardín, y Fuerza de Cabra con un florero, que colocó justamente entre los otros dos recipientes.

Al ver la diligencia con la que habían actuado, el Rey Mono les dijo con voz solemne:

“Ahora, si no os importa, nos gustaría que salierais un momento cerrarais bien las puertas, pues no es correcto que ojos profanos contemplen directamente los misterios celestes. Cuando regreséis, estos recipientes estarán llenos de agua sagrada.”

Los taoístas obedecieron al instante, retirándose del salón y cerrando con cuidado las puertas.

Sin pérdida de tiempo el Rey Mono se levantó la túnica de piel de tigre y llenó de orín el jarrón. Al verlo, Bajie y Bonzo Sha hicieron lo mismo.

En cuanto hubieron hecho sus necesidades, ocuparon solemnes los tronos y gritaron:

“Ya podéis entrar a por el agua sagrada, si queréis.”

Los taoístas abrieron al instante las puertas y golpearon, agradecidos, varias veces el suelo con la frente.

El viejo taoísta ordenó a uno de sus discípulos:

“Tráeme una copa para que pueda probarlo.”

Sin pérdida de tiempo, el taoísta tomó una taza de té y se la entregó al maestro, que la vació de un solo trago. Pero su sabor era tan fuerte que en los labios se le dibujó un rictus de asco.

“¿Sabe bueno?” le preguntó el Inmortal Fuerza de Ciervo.

“No muy bueno. Tiene un sabor muy fuerte.” contestó el otro con la boca todavía fruncida.

Exigió el Inmortal Fuerza de Cabra:

“Déjame probarlo a mí.”

Y se tomó otra taza. Tras paladearlo con cuidado, añadió:

“¡Qué raro! A mi me huele a orín de cerdo.”

Al oír ese comentario, el Rey Mono supo en seguida que no podían seguir manteniendo el engaño durante mucho más tiempo y se dijo:

“Eso que acabáis de llevaros a la boca, sin ir más lejos, no es agua sagrada, sino orín puro, que acabamos de orinar. “

Wukong, Bajie, Bonzo Sha huyen del Templo de los Tres Puros - Viaje al Oeste
Wukong, Bajie, Bonzo Sha huyen del Templo de los Tres Puros

Los taoístas cerraron las puertas y, armándose de palos, rastrillos, piedras, ladrillos y de cuanto encontraban a mano, se lanzaron contra el altar, con el ánimo de apalear a tan sacrílegos impostores.

Wukong, Bonzo Sha y Bajie volaron hacia la puerta, haciéndola añicos. Después no tuvieron más que montar en una nube y escapar sin ninguna dificultad en dirección al Monasterio de la Profunda Sabiduría.

Cuando llegaron a los aposentos, pusieron especial cuidado en no despertar a su maestro y se retiraron cada cual a su lecho.