El Bonzo Sha agarró entonces al Rey Mono y le ayudó a caminar en dirección al bosque, donde se sentó a descansar.
No tardó en recuperar su ritmo habitual de respiración.
Le aconsejó el Bonzo Sha:
“Tracemos un buen plan y acudamos donde sea preciso en busca de ayuda.”
Respondió el Rey Mono:
“¿Quién puede prestárnosla, si hasta los dragones han fracasado?”
Contestó el Bonzo Sha:
“Recuerdo que, cuando la Bodhisattva nos confió la custodia del monje Tang, nos prometió, al mismo tiempo, que siempre gozaríamos de la protección en cualquier momento y lugar. “
Comentó el Peregrino tristemente:
“Sólo la Bodhisattva Guanyin podría prestarnos una ayuda decisiva, pero, desgraciadamente, he perdido muchas fuerzas y no puedo desplazarme por los aires. ¿Qué podemos hacer?”
“Si quieres, puedo ir yo en tu lugar” dijo Bajie.
El cerdo se elevó por los aires y se dirigió a toda prisa hacia el sur.
Inesperadamente, justo en ese momento, el monstruo se elevó en seguida por los aires. Fue así como descubrió que Bajie se había apartado del grupo y se dirigía a toda prisa hacia el sur.
Pensó el monstruo:
“Eso quiere decir que va a solicitar ayuda de la Bodhisattva Guanyin.”
El monstruo llevaba habitando en aquella región durante mucho tiempo y la conocía mejor que la palma de su mano. Sabía, pues, cuál era la ruta más corta para llegar a los Mares del Sur y cuál la más larga.
No le resultó difícil, por tanto, dejar atrás al incauto de Bajie. Delante de él se levantaba un pico altísimo y hacia allá dirigió su vuelo. Se sentó en la cumbre con ademán solemne y, tras sacudir ligeramente el cuerpo, se transformó en una copia exacta de la Bodhisattva.
Al poco rato el cerdo se topó allí a la Bodhisattva falsa, pero no pensó en ningún momento que podía tratarse de un engaño. Descendió inmediatamente de la nube y, echándose rostro en tierra, dijo, respetuoso:
“Aceptad el saludo de vuestro humilde discípulo Zhu Wuneng.”
Le regañó el monstruo:
“¿Se puede saber por qué no estás protegiendo al monje Tang? ¿Quién te ha dado permiso para venir a verme?”
Respondió Bajie:
“Disculpad mi atrevimiento. Pero el caso es que junto al Arroyo del Pino Seco, en la Caverna de la Nube de Fuego, nos hemos topado con un monstruo terrible, que se hace llamar el Muchacho Rojo. Posee un extraordinario conocimiento de las artes mágicas y logró apoderarse de nuestro maestro. Pese a todo, nos la arreglamos para descubrir su guarida y retarle a muerte. Sin embargo, es un maestro consumado en el uso del fuego y nuestros esfuerzos resultaron, lamentablemente, inútiles. Dos veces nos hemos enfrentado a él, sin conseguir nada positivo. Y eso que en la segunda contamos con la ayuda de los Reyes Dragón, que trataron de apagar su fuego con una lluvia tan torrencial que arrasó bosques enteros y arrancó de raíz infinidad de montañas. Lo peor fue que Wukong sufrió unas quemaduras tan horrorosas que apenas se puede mover. Por eso me pidió que viniera a entrevistarme con vos y suplicaros que libréis a nuestro maestro de una prueba tan horrenda como a la que ahora esta sometido.”
Comentó el monstruo disfrazado:
“Me cuesta trabajo creerte. El Señor de la Caverna de la Nube de Fuego no es amigo de comer carne humana. Por fuerza habéis tenido que ofenderle de alguna manera para comportarse así con vosotros.”
Se defendió Bajie:
“Os juro que yo no he hecho nada. Sin embargo, no puedo decir lo mismo de Wukong. De hecho, ese monstruo se hizo pasar, en un principio, por un niño colgado de un pino, con el ánimo de probar a nuestro maestro. Tripitaka, como bien sabéis, posee un natural compasivo y ordenó que le desatáramos y cargáramos con él. Wukong se prestó a ello a regañadientes, deshaciéndose de él en la primera ocasión que se le presentó. Eso hizo que el monstruo montara en cólera y se apoderara de nuestro maestro. He de reconocer que un acto tan deleznable como ése estuvo dictado exclusivamente por un comprensible afán de venganza.”
Comentó el monstruo:
“Eso mismo opino yo. Levántate y acompáñame hasta la cueva de esa bestia. Es preciso que me entreviste cuanto antes con ella, le te disculpe y le pida que ponga en libertad a tu maestro.”
El cerdo renunció, de esta forma, a continuar su viaje a los Mares del Sur, regresando en compañía del monstruo a la Caverna de la Nube de Fuego. Al llegar a la puerta, se negó a seguir adelante, pero el monstruo le animó a entrar, diciendo:
“¿A qué viene ese miedo? ¿Acaso no sabes que ese monstruo es amigo mío? Vamos, pasa conmigo.”
Bajie dejó a un lado todos sus recelos y siguió a la falsa bodhisattva. En ese preciso instante una legión de diablillos se abalanzó sobre él, gritando ferozmente. Antes de que pudiera reaccionar, fue capturado.
Al ver que Bajie no regresaba durante mucho tiempo, Monje Sha preguntó:
“¿Por qué no ha regresado aún el segundo Hermano?”
Respondió el Peregrino:
“No lo sé, pero algo ha salido definitivamente mal. Quédate aquí, cuidando del equipaje, mientras me acerco al otro lado del arroyo y trato de averiguar lo que está pasando.”
Entonces Wukong se convirtió en mosca y voló hacia la cueva. Solo para descubrir que Bajie también había sido capturado por el demonio.
Así que el Rey Mono salió de la cueva. Se elevó por los aires y se lanzó en dirección a los Mares del Sur. No llevaba media hora volando, cuando descubrió en la distancia la Montaña Potalaka.
Preguntó la Bodhissatva:
“¿Cómo es que no estás al lado de tu maestro, la Cigarra de Oro, camino del occidente? ¿Qué asunto te ha traído hasta aquí?”
Respondió el Rey Mono:
“Permitidme que os ponga al tanto de lo ocurrido. Nuestro afán por hacernos con las escrituras nos llevó hasta la Caverna de la Nube de Fuego, junto al Arroyo del Pino Seco, donde reside un monstruo llamado el Muchacho Rojo, aunque él prefiere ser llamado Santo Niño, que secuestró a nuestro maestro. Zhu Wuneng y vuestro humilde servidor tratamos de liberarle, enfrentándonos a la bestia en la puerta misma de su cueva, pero echó mano del fuego de Samadhi y no pudimos lograr nuestro propósito. Volé entonces hacia el Océano Oriental y solicité la ayuda de los Reyes Dragón de los Cuatro Océanos, que se avinieron de buen grado a prestármela. Sin embargo, la lluvia se mostró incapaz de apagar el fuego y yo sufrí unas quemaduras tan horrorosas que a punto estuve de perder la vida.”
Inquirió la Bodhisattva:
“Ya que ese fuego de Samadhi es muy poderoso, ¿por qué acudiste a los Reyes Dragón y no a mí?”
Wukong respondió:
“Iba a hacerlo, pero el fuego y el humo me dejaron tan mal parado que me fue del todo imposible volar a lomos de una nube, encargando a zhu Bajie que viniera él a solicitar vuestra ayuda.”
“Wuneng no ha venido por aquí” comentó la Bodhisattva.
“Ciertamente que no” reconoció el Rey Mono.
“Se lo impidió ese monstruo, adoptando vuestra figura para engañar a Bajie y haciéndole entrar, de esa forma, en su caverna. El pobre Wuneng también fue atrapado por el monstruo y metido en una bolsa.”
“¡Cómo se ha atrevido esa bestia a adoptar mi personalidad!” bramó la Bodhisattva, muy enfadada.
Estaba tan furiosa que lanzó contra las olas el jarrón de porcelana que sostenía en sus manos. El Rey Mono se quedó tan sorprendido que de un salto se puso de pie y se le erizaron todos los pelos del cuerpo.
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