Wukong y Bajie llegaron juntos a la Caverna de la Corriente Lunar.
Liberaron al Bonzo Sha y a la princesa. Pero la princesa no creía que el mono pudiera derrotar al demonio.
Dijo la princesa:
“Me parece que estáis dando muchas cosas por seguras. Ya veis. Vuestros hermanos poseen una constitución muy fuerte y, sin embargo, no pudieron dominar a mi marido, el monstruo de la Túnica Amarilla. ¿Cómo vais a hacerlo vos, que sois infinitamente más enclenque y os parecéis a un espíritu de lo flaco que estáis? Sois todo huesos, como un vulgar cangrejo o un esqueleto viviente. ¿Qué clase de poderes tenéis para pretender ser un cazador de monstruos?”
Wukong exclamó, soltando la carcajada:
“Se ve que no sabéis juzgar a las personas. Puedo aseguraros que soy infinitamente más duro que ellos.”
El Rey Mono confirmó:
“Como nunca los habéis visto. Sin embargo, mi especialidad es dominar monstruos y demonios.”
Concluyó la princesa:
“En ese caso, es mejor que no me busquéis más problemas de los que ya tengo.”
“Podéis estar segura de que no lo haré. Os aconsejo que os escondáis, así me sentiré más libre cuando empiece la lucha.” la tranquilizó Wukong.
La princesa consideró acertada la sugerencia del Rey Mono se retiró a un lugar apartado.
En cuanto la princesa se hubo escondido, el Rey de los Monos sacudió una sola vez el cuerpo y se convirtió en su réplica exacta. Disfrazado de esta guisa, entró en la caverna y se puso a esperar al monstruo.
Durante la noche, el monstruo había devorado a una de las doncellas y las otras diecisiete que habían logrado escapar informaron en seguida de lo ocurrido al rey.
Sin despedirse siquiera del rey, el monstruo se dirigió a toda prisa hacia la montaña en la que estaba enclavada su caverna.
Lo repentino de su partida no hizo más que confirmar lo que todo el mundo ya conocía. Toda la corte sabía ya que se trataba de un monstruo.
El monstruo no tardó en llegar a la caverna. Al verle, Wukong apretó los párpados con tanta fuerza que las lágrimas fluyeron de sus ojos con la fuerza de un torrente.
El monstruo no se percató de que no se trataba de su esposa y, llegándose hasta ella, la abrazó con cariño y le preguntó, preocupado:
“¿Se puede saber qué te pasa?”
El Rey Mono contestó:
“Esposo y señor, ¿Por qué no volviste después de saludar a mis parientes? Si hubieras regresado ayer mismo, habrías impedido que Piggy Bajie liberara al Bonzo Sha. Es más. Mató a muchos de nuestros súbditos.”
El Monstruo parecía enfadado.
“¡Cómo se atreve!”
“El cerdo también hizo otra cosa”, dijo la falsa princesa.
“¿Qué hizo?” preguntó el monstruo.
“¡También liberó a la princesa!”, respondió la falsa princesa.
Wukong se pasó a continuación la mano por la cara, recobrando, así, la forma que le era habitual, y gritó:
“¡Monstruo! ¡Mírame bien! ¿Sabes quién soy?”
“¡Santo cielo! Creo que ya sé quién eres.” replicó el monstruo.
“Voy a darte otra oportunidad, antes de molerte a palos. Mírame con cuidado.” dijo el Rey Mono.
El monstruo levantó la cimitarra y descargó un terrible golpe sobre la cabeza de su adversario. El Rey Mono levantó a tiempo la barra de hierro. Más de cincuenta veces seguidas midieron sus armas, sin que se vislumbrara un posible vencedor.
El Rey Mono se dijo, complacido:
“La cimitarra de este monstruo es digna rival de mi barra de hierro. Veamos si él también lo es. Voy a tenderle una trampa a ver si es capaz de descubrirla.”
Al ver que el monstruo había caído en la trampa, el Rey Mono logró descargar sobre la cabeza del monstruo un golpe. Al volverse a mirar, Wukong, sin embargo, no pudo encontrarle por parte alguna.
Exclamó Wukong, sin creérselo del todo:
“Es extraño que no haya quedado. ¿Cómo es posible que no se vea ni sangre, ni pus, ni nada?”
Para comprobarlo, se llegó de un salto hasta una de las nubes. Miró detenidamente en todas direcciones, pero no pudo apreciar movimiento alguno.
Volvió a decirse el Rey Mono:
“¡Qué extraño! Estos ojos míos son capaces de ver todo lo que repte en diez mil kilómetros a la redonda. ¿Cómo ha podido ese monstruo desvanecerse con tanta facilidad? Dijo que me conocía de algo y eso, sin duda alguna, quiere decir que no se trataba de un monstruo cualquiera de este mundo, sino de un espíritu del Cielo.”
Wukong dio una vuelta de campana, que le llevó directamente a la Puerta Sur del Cielo.
Wukong informó de lo que acababa de ocurrir a los funcionarios de la Corte Celestial. Más tarde, los preceptores divinos se enteraron de que la Estrella del Lobo del Bosque llevaba ya trece días en las Regiones Inferiores. Así que informaron inmediatamente al Emperador de Jade, el Señor del Cielo.
“¿Cuánto tiempo lleva ausente del Cielo?” preguntó el Emperador de Jade.
Contestaron los preceptores:
“Hace un total de trece días, señor.”
“Trece días del Cielo son trece años en la Tierra” concluyó el Emperador de Jade, quien en seguida dio orden al departamento de la propia estrella para que la hiciera regresar cuanto antes al Cielo.
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