Hablábamos de cómo el Rey Mono, fue conducido por los guardias celestes a los barracones de ejecutar monstruos, donde fue atado a una columna que se usaba precisamente para torturarlos.
Allí le sajaron con una cimitarra, le descuartizaron con un hacha, le travesaron con una lanza y le estoquearon con una espada, pero no lograron hacerle el menor daño. Le entregaron al fuego y le sometieron al castigo de los rayos, y no lograron destruir ni uno solo de sus cabellos.
Más tarde, Lao Jun(Lao-Tse) metió al Rey Mono en el Brasero de los Ocho Trigramas, donde le sometió a todo tipo de fuego durante 49 días, pero aún así no lo quemó hasta la muerte.
El Emperador de Jade no tuvo más remedio que pedir al Tathagata Buda que sometiera al Rey Mono. Buda pidió a Ananda y a Kasyapa que le acompañaran y partió al punto hacia el Palacio Celeste.
El Gran Sabio le preguntó:
“¿Se puede saber quién eres tú?”
Tathagata respondió, sonriendo:
“Yo soy Sakyamuni, el Venerable de la Región Occidental de la Suprema Felicidad. Si ahora me encuentro aquí, es porque he oído hablar de tu atrevimiento, de tu falta absoluta de respeto y de tus continuos actos de rebelión contra el Cielo. ¿Puede decirme qué quiere? “
El Gran Sabio contestó:
“Dile al Emperador de Jade que abandone cuanto antes su trono y me entregue a mí el Palacio Celeste. Eso pondrá fin a todo el conflicto. De lo contrario, continuaré luchando y no habrá paz jamás.”
“¡Tú no eres más que un mono con espíritu! ¿Qué poderes posees para osar usurpar el trono de esta región santa?”
preguntó, despectivo, el Patriarca Budista, soltando la carcajada.
“¡Muchísimos!”
contestó el Gran Sabio con rapidez.
“Domino setenta y dos transformaciones y poseo una vida que se mantendrá inmutable durante más de diez mil kalpas. Sé, además, andar por las nubes y con un solo salto soy capaz de desplazarme a una distancia de ciento ocho mil kilómetros. ¿Te parece poco para que pueda ocupar el trono del cielo?”
“Hagamos una apuesta”
replicó el Patriarca Budista.
“Si eres capaz de saltar de mi mano, te consideraremos todos el vencedor. No tendrás que seguir guerreando, porque yo mismo pediré al Emperador de Jade que se venga a vivir conmigo al oeste y te deje a ti el Palacio Celeste. Si, por el contrario, eres incapaz de abandonar mi mano, regresarás a las Regiones Inferiores.”
“¡Qué tonto es este Tathagata!”
se dijo el Gran Sabio, al oírlo.
“Una sola de mis volteretas puede transportarme a más de ciento ocho mil kilómetros y su mano sólo se encuentra a un pie de distancia. ¿Cómo no voy a poder salir de ella?”
Wukong aceptó encantado el reto. Gran Sabio dio un salto que le llevó justamente al centro de la mano del Patriarca.
Wukong saltó y se elevó por los aires. Después de mucho tiempo, vio cinco enormes pilares. Aterrizó frente a ellos.
“Éste debe de ser el fin del mundo.”
se dijo a sí mismo.
“Si he de negociar con Tathagata, lo mejor es que deje aquí una prueba de que he llegado hasta este lugar.”
Se arrancó un pelo y, tras echarle una bocanada de aire mágico, gritó:
“¡Transfórmate!”
Y se convirtió en un pincel de escribir mojado en tinta, con el que escribió en grandes letras en la columna del centro: El Gran Sabio, Sosia del Cielo, ha llegado hasta este lugar.
Una vez que hubo acabado de escribirlo, recuperó el pelo y con una falta de respeto total dejó un charco de espumeante orina de mono en la base de la primera columna. Después dio un salto hacia atrás y fue a parar al lugar del que había partido.
Después de mucho tiempo, volvió a posarse en la palma de Buda.
“¡He vuelto!”
dijo Wukong.
“Dile al Emperador de Jade que se vaya”.
Buda frunció el ceño.
“¿Cómo puedes decir que has vuelto? Nunca te separaste de mi mano”.
Wukong estaba confuso.
“¡Sí, lo hice! Llegué al fin del mundo. Había cinco pilares enormes. Incluso escribí en uno. Ven conmigo y te lo enseñaré”.
“No hay necesidad de ir a ninguna parte”
contestó Tathagata, burlón.
“Baja un poco la cabeza y mira.”
El Gran Sabio así lo hizo y vio que en el dedo medio de la mano del Buddha había sido escrito: El Gran Sabio, Sosia del Cielo, ha llegado hasta este lugar.
Al mismo tiempo, llegó hasta sus narices un olorcillo acre a orina de mono.
El Gran Sabio exclamó:
“¿Cómo es posible? ¿Cómo aparecen esas palabras en tu dedo? Lo más seguro es que hayas utilizado conmigo poderes de adivinación. Déjame volver otra vez allá a comprobarlo.”
Cuando estaba a punto de iniciar el salto, Buda giró sobre su palma, sus cinco dedos se convirtieron en una cordillera de cinco picos, llamada la Montaña de las Cinco Fases, el metal, la madera, el agua, el fuego y la tierra. Le aprisionaron con fuerza, haciendo imposible su huida.
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