Tras agitar profundamente el orden en Palacio Celestial y robar el vino inmortal y el Elixir de Oro, Sun Wukong escapó del Palacio Celestial y regresó a la Montaña de Flores y Frutos.
El Emperador de Jade se puso furioso que envió cien mil soldados celestiales a la Montaña de Flores y Frutas para capturar al Rey Mono.
El dios Li ordenó detener la marcha, desplegando todos sus efectivos alrededor de la montaña. Primero los Nueve Planetas se lanzaron al ataque.
Los Nueve Planetas organizaron un ataque conjunto, pero el Rey Mono no se arredró. Luchó denodadamente con los Nueve Planetas, hasta que éstos, presa del agotamiento, se dieron media vuelta y huyeron, abandonando en el campo las armas.
El dios Li ordenó entonces a los Cuatro Devarajas y a las Veintiocho Constelaciones entrar en acción. El Gran Sabio no perdió por eso la calma, mandando, a su vez, al Demonio del Unicornio, a los Reyes Monstruo de las setenta y dos cavernas y a sus cuatro lugartenientes que colocaran sus efectivos en orden de batalla delante mismo de la puerta de su cueva.
La batalla comenzó al amanecer y duró hasta después de que el sol se hubiera puesto tras las estribaciones del oeste. El Demonio del Unicornio y los reyes de las setenta y dos cavernas fueron capturados por las fuerzas celestes. Sólo lograron escapar los cuatro comandantes y el travieso batallón de monos, que salvaron la vida escondiéndose en lo más profundo de la Caverna de la Cortina de Agua.
El Gran Sabio, por su parte, rechazó al Príncipe Ne Zha(Nata) y derrotó a los cinco Devarajas.
Al día siguiente, el Devaraja Li pidió ayuda al Emperador de Jade. La Bodhisattva recomendó al dios Erlang para que le ayudara. En Viaje al Oeste, el dios Erlang, también se le llama “Erlang Shen”, “Pequeño Santo”, “Pequeño Sabio” o “Maestro Inmortal”, es el sobrino del Emperador de Jade. Él vive en el mundo de los mortales o las Regiones Inferiores y no disfruta del salario de la Corte Celestial. Antaño mató él solo a seis monstruos y que actualmente es el presidente de la Hermandad de la Montaña de los Ciruelos, así como señor de más de mil doscientos dioses, cuyos poderes mágicos son incalculables.
El Maestro Inmortal exclamó:
“¡Qué monstruo más engreído! ¿Cómo habrá podido atreverse a otorgarse a sí mismo el título de Sosia del Cielo?“
Cuando el Gran Sabio le vio, agarró con fuerza la barra de hierro y gritó, despectivo:
“¿Qué guerrerucho eres tú y de dónde vienes, para que te atrevas, sin más, a retarme?”
Replicó el Maestro Inmortal:
“¿Cómo es posible que no me hayas reconocido? Soy Er Lang, sobrino del Emperador de Jade. De él he recibido también la orden de venir a detenerte, maldito mono rebelde. ¿No percibes la proximidad de tu fin?”
El Gran Sabio comentó:
“Ciertamente me gustaría medir mis fuerzas contigo, pero no tengo nada contra ti. Podría destruirte ahora mismo con mi barra de hierro, sin embargo, voy a ser generoso contigo y perdonarte la vida. Es vergonzoso arrojar al campo de batalla a una persona tan joven como tú. ¿Por qué no dices a los Cuatro Grandes Devarajas que salgan a dar la cara ellos?”
“¡Maldito mono!” exclamó el Maestro Inmortal, herido en su amor propio.
“¿Cómo te atreves a ser tan insolente? ¡Prueba el sabor de mi acero!”
Más de trescientas veces seguidas midieron sus armas el Maestro Inmortal y el Gran Sabio, sin que la victoria se inclinara por ninguno de los dos bandos.
Justo entonces, los Seis Hermanos de la Montaña de los Ciruelos derrotaron a los Cuatro Generales, y los monos abandonaron sus armaduras y huyeron.
Al ver el Gran Sabio la lamentable suerte que habían corrido sus monos, sintió que una profunda tristeza se abatía sobre su corazón y el valor fue, poco a poco, abandonándole. Sin ánimos para continuar la lucha, recobró su forma normal y, dándose la vuelta, huyó, arrastrando la pesada barra de hierro.
Se convirtió en un pequeño gorrión, que fue a esconderse a la rama más alta de un árbol. Desconcertados, los seis hermanos le buscaron por todas partes, pero no pudieron encontrarle.
El dios Er Lang abrió cuanto pudo su ojo de fénix e inspeccionó con cuidado el lugar. No tardó en descubrir que el Gran Sabio se había convertido en un gorrión. Se convirtió en un halcón con las alas extendidas, presto a caer sobre su presa.
Pues, Sun Wukong se vio obligado a transformarse en otras cosas para escapar de la persecución del dios Erlang. Primero se convirtió en pececillo, luego en serpiente de agua, en flor de garza e incluso en un templo. Sin embargo, sin importar cómo cambiara y se disfrazara, Erlang siempre lo descubría.
Más tarde, el Emperador de Jade, la Bodhisattva Guanyin, la Reina Madre, Lao Jun(Lao-Tse) y otros salieron a presenciar la batalla. Lao-Tse decidió ayudar a Erlang. Entonces, lanzó su brazalete de oro desde el cielo, golpeando al Rey Mono. El Rey Mono tropezó y cayó, y Erlang aprovechó la oportunidad para capturarlo, atarlo y llevarlo al Palacio Celestial.
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