SuaveG – The Gentle Path

Episodio 137. El diablillo patrulla la montaña

Tripitaka y sus discípulos prosiguieron su camino hacia el Oeste. Pronto tocó a su fin el verano y comenzó a sentirse la presencia del otoño. Un aire fresco hacía temblar a veces los cuerpos.

Tripitaka vio delante una montaña tan alta, que su cumbre parecía atravesar el vacío, llegando, incluso, a tocar las estrellas y a detener la marcha del sol. Hondamente preocupado, se volvió hacia Wukong y dijo:

“¿Has visto esa montaña de ahí delante? Es tan alta, que me pregunto si habrá alguna forma de trasponerla.”

Replicó Sun Wukong:

“Como muy bien afirma el proverbio: hasta las montañas más escarpadas poseen pasos y las aguas más profundas, balsas que unen sus orillas. ¿Cómo no va a haber manera de cruzar esa mole de piedras? Seguid caminando y no os preocupéis de más.”

Monje Tang sonrió tranquilo y, espoleando al caballo, arremetió contra las primeras estribaciones de obstáculo tan formidable.

Llevaban recorridos unos cuantos kilómetros, cuando se toparon con un anciano de cabello completamente cano. Del cuello le colgaba una especie de amuleto hecho con cuentas y se ayudaba, al caminar, de un bastón terminado en una cabeza de dragón.

Nada más ver a los peregrinos, levantó la voz y dijo:

“¡Eh, el maestro que se dirige hacia el Oeste! ¡Es preciso que detengáis inmediatamente vuestra cabalgadura! ¡No podéis seguir adelante! ¡En esta montaña hay un grupo de diablos que devoran a todos los que osan pasar por ella!”

Al oír eso, Tripitaka se puso pálido de miedo y terminó cayéndose del caballo y se quedó tumbado sobre la hierba, sin poder moverse.

Wukong corrió hacia él y le dijo, al tiempo que le ayudaba a levantarse:

“No tengáis miedo. Aquí estoy yo para defenderos de lo que sea. Quedaos aquí sentado y no os preocupéis de nada. Voy a hablar con él.”

Cuando llegaron al punto en el que habían visto al anciano, comprobaron, sorprendidos, que había desaparecido. Eso hizo reflexionar al Bonzo Sha:

“Por fuerza tenía que tratarse de un monstruo, que exageró aposta el poder de esos diablos, para asustarnos más de lo que ya estábamos.”

Wukong lo consoló y dijo:

“¡Tómatelo con calma! Voy a echar un vistazo, a ver qué ocurre.”

No había acabado de decirlo, cuando, de un salto, se llegó hasta la cumbre. Para ver mejor, apartó con las manos unas cuantas enredaderas y parras silvestres, pero no logró descubrir el menor rastro de presencia humana. Eso le movió a decir en voz alta:

“Estoy seguro de que no le guiaba el anciano otra intención que asustarme. Si verdaderamente hubiera por aquí algún monstruo, ya habría salido de su escondite a domar el viento, o a arrojar su lanza, o a practicar un poco las artes marciales. ¿Cómo es que no se oye ni un solo…?”

No pudo terminar la frase. En ese mismo momento escuchó al otro lado de la montaña el desagradable sonsonete de unas campanas y badajo de madera.

Wukong, el Rey Mono, y Pequeño Cortador de Viento - Viaje al Oeste
Wukong, el Rey Mono, y Pequeño Cortador de Viento

Se volvió a toda prisa y descubrió a un diablillo con un estandarte al hombro en el que aparecía escrita la palabra “mando”. Llevaba ceñido la cintura con las campanas y golpeaba sin cesar un badajo de madera, mientras se desplazaba de norte a sur.

Wukong le estudió con atención y calculó que debía de tener cerca de cuatro metros de altura.

Sonriendo, se dijo el Rey Mono, complacido:

“Debe de tratarse de un correo. Lo mejor será que me acerque a él y descubra qué es lo que va murmurando.”

Hizo un signo mágico con los dedos y, después de sacudir ligeramente el cuerpo y de recitar el correspondiente conjuro, se transformó en una mosca y siguió de cerca al pequeño demonio.

En cuanto hubo entrado en el camino principal, sin dejar en ningún momento de golpear los trozos de madera, el diablillo murmuró mecánicamente, como si se tratara de una lección aprendida:

“Los que nos encontramos de patrulla por la montaña, debemos extremar todas las precauciones contra ese tal Sun Wukong, pues es capaz de metamorfosearse en una simple mosca.”

Se dijo el Rey Mono, vivamente impresionado:

“Por fuerza tiene que haberme visto. ¿Cómo iba a haber averiguado, si no, mi nombre y que tengo el poder de convertirme en un insecto?”

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