La última vez mencionamos que Sun Wukong se unió al Establo Imperial.
Él era diligente, responsable y realizaba su trabajo muy bien.
Un día, los oficiales encargados de los otros departamentos decidieron le ofrecieron un espléndido banquete en la corte. Cuando llegó el momento de los brindis, el Rey Mono aprovechó la ocasión para preguntarles:
“¿Qué lugar ocupa dentro del funcionariado ese cargo de Bi Ma Wen que yo ostento?“
“Exactamente el mismo que su título,” respondieron ellos, burlones.
“Sí, pero ¿cuál es su grado?” insistió él.
“Tu cargo carece totalmente de grado.” explicaron ellos.
“¿Queréis decir que es tan alto que los supera a todos y no hay ninguno sobre él?” volvió a preguntar el Rey de los Monos.
“¡De ninguna manera!” exclamaron ellos, soltando la carcajada. “Tu posición es… ¿cómo diríamos…? reacia a toda clasificación.“
“¿Qué implicáis?” inquirió, una vez más, el Rey Mono.
“Nada.” contestaron ellos. “Sólo que es la última de todas. Consideradlo fríamente y os daréis cuenta de que vuestra responsabilidad consiste en cuidar exclusivamente de caballos, cosa que, en realidad, puede hacer cualquiera. Ya veis, desde vuestra llegada os habéis dedicado en cuerpo y alma a esa tarea y ¿qué recompensa habéis recibido hasta la fecha? ¡Ninguna! Si lográis que los animales engorden, como máximo os dirán que no está mal. Pero, si adelgazan o sufren algún tipo de lesión, os echarán una buena bronca y hasta es posible que os lleven ante el juez y os hagan pagar una multa considerable.“
Al oír eso, el Rey Mono exclamó:
“¿Cómo es posible que se me trate con tanto desprecio? En la Montaña de las Flores y Frutos se me tenía por un rey y era respetado como un patriarca. ¿A quién se le ocurrió traerme hasta aquí con engaños para cuidar simplemente de animales y caballos? ¿Por qué han tenido que tratarme así, cuando todo el mundo sabe que poseo cualidades para ser más que un vulgar mozo de cuadra, un trabajo de rango inferior que sólo desempeñan los menos inteligentes y los más jóvenes? ¡No volveré a ejercerlo nunca más! ¡Me niego a ello! ¡Ahora mismo me marcho!”
Entonces, el Rey Mono, lleno de ira, abandonó el Palacio Celestial y regresó a la Montaña de las Flores y Frutas. Al instante todos los monos se echaron rostro en tierra y empezaron a golpear el suelo con la frente. Después le condujeron con gran fanfarria al interior de la cueva, donde le ofrecieron un espléndido banquete de bienvenida.
Justo cuando estaban bebiendo y charlando alegremente, hay dos demonios con un solo cuerno pidieron ver al Rey Mono.
Los dos demonios le regalaron al Rey Mono una túnica imperial.
Gratamente complacido por su sinceridad, el Rey de los Monos aceptó el regalo, que se puso allí mismo.
Entonces dijeron:
“Con los poderes que vos poseéis ¿y únicamente os confió el cuidado de sus caballos? ¿Cómo es posible? No hay nada que pueda impediros asumir el rango de Gran Sabio, Sosia del Cielo.”
El rey mono aceptó encantado su consejo.
A partir de entonces, se abolió el título de Gran Rey y el Rey Mono recibió un nuevo nombre: Gran Sabio, Sosia del Cielo.
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