SuaveG – The Gentle Path

Episodio 108. Tripitaka barre la pagoda

Dijo Tripitaka:

“Cuando salí de Chang An, prometí en el Salón de las Puertas de la Ley que no pasaría por un templo sin quemar un poco de incienso, ni por un monasterio sin presentar mis respetos a Buda, ni por una pagoda sin barrer su atrio o los incontables escalones de su torre.”

Dirigiéndose a los monjes, Tripitaka añadió:

“Precisamente todos vuestros problemas se iniciaron en una construcción de este tipo. ¿Por qué no me traéis una escoba? Creo que, antes de empezar a barrer, voy a darme un baño. Eso me predispondrá el ánimo para tratar de descubrir qué es lo que privó a vuestra torre de su brillo. Cuando lo haya averiguado, presentaré un informe al señor de esta ciudad y os levantará el terrible castigo que os ha impuesto.”

Al oírlo, los monjes corrieron a las cocinas a fregar cazuelas y a cocinar algo de comer. Monje Tang y sus discípulos no tardaron en sentarse a la mesa. Cuando estaba empezando a anochecer, se presentó un monje de los grilletes con dos escobas. Dentro de poco vino uno de los jóvenes con una lámpara en la mano a decirle que el baño estaba dispuesto.

Después de bañarse, Tripitaka se puso una camisa de manga corta, que se ciñó a la cintura con ayuda de una faja, se calzó un par de zapatos con suela de esparto y, cogiendo una de las escobas, dijo a los monjes:

“Id a descansar, mientras yo voy a barrer la pagoda.”

Se apresuró a decir Sun Wukong:

“Si, como nos han relatado, perdió su brillo durante una tormenta de sangre y no ha vuelto a brillar desde entonces, lo más seguro es que se haya aposentado allá arriba alguna fuerza maligna. Si subís vos solo, podéis encontraros con lo que menos pensáis. ¿Qué os parece si os acompaño?”

“Excelente” contestó Tripitaka Tang y cada uno cogió una escoba.

Acompañado por el Rey Mono, Monje Tang abrió la puerta de la torre y empezó a barrerla desde el primer peldaño.

Monje Tang y Wukong barren la pagoda - Viaje al Oeste
Monje Tang y Wukong barren la pagoda

El monje Tang limpiaba con esmero un tramo de escalera antes de pasar al siguiente. Cuando llegaron al séptimo, era la hora de la segunda vigilia y el maestro comenzó a sentir cansancio en los brazos.

Wukong dijo:

“Veo que estáis cansándoos. ¿Por qué no os sentáis y me dejáis barrer por vos?”

“¿Cuántos tramos calculas que tiene la escalera de esta torre?” preguntó Tripitaka.

“Trece por lo menos” respondió el Rey Mono.

“Es preciso que termine de barrerlos, para dar cumplimiento a lo que en su día prometí” dijo el maestro, esforzándose por hacer frente al cansancio.

Pero después de barrer tres tramos más, empezaron a dolerle de tal forma las piernas y la espalda, que tuvo que sentarse a descansar justamente al final del décimo tramo.

Dijo, entonces, con voz apenas audible:

“Wukong, si no te importa, barre tú los tres tramos que quedan y, en cuanto hayas terminado, bajamos.”

Complacido, el Rey Mono barrió el undécimo tramo y comenzó el duodécimo. En ese mismo momento oyó a alguien hablando en lo alto de la torre y se dijo:

“¡Qué cosa más rara! Es casi la hora de la tercera vigilia. ¿Cómo es posible que alguien esté hablando ahí arriba? Por fuerza tiene que ser un diablo. Le echaré un vistazo.”

Agarró la escoba y se la puso debajo del brazo. Saliendo por una de las ventanas, se elevó hasta lo alto de una nube.

Desde allí vio sentados en la decimotercera porción de la torre a dos espíritus, que estaban adivinando puños y bebiendo vino.

El Rey Mono dejó a un lado la escoba, sacó la barra de hierro y atrancó la puerta, exclamó:

“¡Así que sois vosotros los que habéis robado el secreto de este monasterio!”

Aterrados, los dos diablillos dieron un salto y lanzaron contra el Rey Mono la cacerola y el barreño.

Wukong puso su barra de hierro contra el demonio y lo clavó en la pared. El monstruo no podía moverse en absoluto.

Suplicaron ellos:

“¡No nos matéis, por favor! Nosotros no tenemos que ver absolutamente nada con eso. Lo ha robado otro.”

Rey Mono capturó a dos diablillos en la pagoda - Viaje al Oeste
Rey Mono capturó a dos diablillos en la pagoda

Valiéndose de la magia, el Rey Mono los agarró con una sola mano y los llevó hasta el décimo tramo de escalera.

“¡Acabo de capturar a los ladrones del secreto del monasterio!” dijo con una voz tan fuerte que despertó a Tripitaka, quien se había quedado adormilado en uno de los escalones.

“¡No nos matéis, por favor!” repetían con voz cada vez más lastimera. Por fin, uno de ellos se armó de valor y dijo:

“Hemos venido aquí por orden del Rey Dragón de Todos los Espíritus, cuyo palacio se encuentra en el fondo del Lago de la Ola Verdosa, en el corazón mismo de la Montaña de las Rocas Esparcidas. Este se llama Burbuja Ocupada, y yo, Ocupada Burbuja. Él es el espíritu de una anguila, y yo, el de un pez de color negro. Una de las hijas de nuestro señor, llamada Princesa de Todos los Espíritus, una muchacha realmente encantadora, se desposó con un tipo que responde al nombre de Nueve Cabezas y cuyos poderes mágicos no tienen nada que envidiar a los del inmortal más aventajado. Hace dos años, trajo aquí al Rey Dragón y, valiéndose de sus artes, hizo caer sobre este monasterio una lluvia de sangre, y se hicieron con las cenizas de un buda que se conservaban en este lugar que acabó con el aura del monasterio. Al mismo tiempo, la princesa se introdujo en el Cielo y robó el agárico de nueve hojas, que Wang Mu Niang Niang había plantado justamente enfrente del Salón de la Niebla Divina. Tanto las cenizas como la planta se encuentran actualmente en el fondo del lago, iluminando el palacio día y noche con sus rayos dorados y sus resplandores de colores.”

Monje Tang preguntó:

“Ya que las reliquias fueron robadas por tu rey, ¿por qué sigues aquí?”

El otro diablillo respondió:

“Hace poco oímos comentar que un tal Sun Wukong se dirigía hacia el Paraíso Occidental en busca de escrituras sagradas. Como, según parece, se trata de un tipo con unos poderes mágicos inigualables, al que le encanta meterse en los asuntos de los demás, se nos ordenó que viniéramos a patrullar la zona y que diéramos la voz de alarma, en cuanto apareciera ese Sun Wukong.”

No había acabado de decirlo, cuando aparecieron Bajie y otros monjes jóvenes con dos lámparas.

“¿Por qué no os habéis retirado a descansar después de barrer la torre? ¿Cómo es que aún estáis aquí charlando?” preguntó Bajie al maestro.

Se apresuró a decir el Rey Mono:

“Me alegro de que hayas venido. El secreto del monasterio ha sido robado por el Rey Dragón de Todos los Espíritus, que ha enviado a estos dos diablillos, para que siguieran atentamente todos nuestros movimientos. Lo malo es que han sido ellos los que han caído en nuestras redes.”

“Si acaban de confesarlo todo ¿para qué seguir perdiendo el tiempo con ellos? ¿A qué esperamos para matarlos?” concluyó Bajie, blandiendo su rastrillo con ánimo de darles muerte.

“Se nota que no has calibrado bien el problema. Si los mantenemos con vida, nos será más fácil hablar de todo el asunto con el rey. Eso sin contar con que pueden facilitarnos una valiosa información a la hora de recuperar el tesoro y castigar a los culpables.” replicó Wukong.

Bajie bajó en seguida el rastrillo. Los dos hermanos agarraron a los dos diablillos y se dispusieron a descender de la torre.

Los dos diablillos fueron detenidos en el Monasterio de la Luz Dorada - Viaje al Oeste
Los dos diablillos fueron detenidos en el Monasterio de la Luz Dorada

Los monjes jóvenes no cabían en sí de contento. Uno de ellos corrió apresuradamente a informar a los demás de lo ocurrido, gritando, entusiasmado:

“¡Ha sido fantástico! ¡Puede decirse que, por fin, hemos visto la luz! Esos hermanos nuestros acaban de capturar a los demonios que robaron nuestro secreto.”

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