La Fiesta del Ullambana es un rito budista tradicional.
La Fiesta del Ullambana es un rito budista tradicional que se originó durante la época del emperador Wu Di de la dinastía Liang, Xiao Yan. Desde entonces, se celebra anualmente el día 15 del séptimo mes lunar con el objetivo de liberar a los ancestros de la familia. Durante este festival, además de ofrecer comida a los monjes, los templos también organizan ceremonias de recitación de sutras y llevan a cabo rituales en tierra y agua, liberación de almas hambrientas, y el encendido de lámparas, entre otras actividades. Sin embargo, en Viaje al Oeste, el contenido de la fiesta es completamente diferente.
En Viaje al Oeste, fue el Gran Inmortal Zhenyuan quien mencionó por primera vez la Fiesta del Ullambana.
—Has de saber —contestó el Gran Inmortal— que ese monje no es otro que la reencarnación de la Cigarra de Oro, segundo discípulo de Tathagata, el Anciano Sabio del Oeste. Entablé relación con él hace aproximadamente quinientos años en la Fiesta del Ullambana. En aquella ocasión varios seguidores de Buda me presentaron sus respetos y él tuvo la delicadeza de servirme el té con sus propias manos. Desde entonces no he dejado de tenerle por un amigo auténtico.
— Viaje al Oeste, Capítulo 24
Más tarde, Bodhisattva Pralamba también mencionó la fiesta.
—¿Quién os lo dijo? —replicó la Bodhisattva, sorprendida—. Llevo sin salir de casa desde la Fiesta de las Limosnas. Nadie me conoce, porque mi nombre ha permanecido oculto durante todo este tiempo. ¿Cómo os las habéis arreglado vos para descubrirlo?
— Viaje al Oeste, Capítulo 73
—¿Acaso olvidáis mi fama de intrigante? —replicó el Peregrino—. Aunque os hubierais escondido en el centro de la tierra, habría dado con vos.
El inmortal Zi Yang asistió una vez a la Festival del Ullambana.
El Peregrino corrió a darle la bienvenida y le preguntó:
— Viaje al Oeste, Capítulo 71
—¿Se puede saber hacia dónde os dirigís, Zhang ZiYang?
—Zhang BoDuan, el más humilde de todos los inmortales, os saluda con todo el respeto de que es capaz, Gran Sabio —dijo ZiYang, inclinando la cabeza.
—¿De dónde venís? —insistió el Peregrino, tras devolverle el saludo.
—Hace aproximadamente tres años —explicó el inmortal— pasaba por este mismo lugar, camino del festival de Buda, cuando oí comentar que su rey había sido castigado a no ver a su esposa durante todo ese tiempo. Temiendo que el monstruo que la había raptado pudiera deshonrarla, rompiendo así el equilibrio que debe reinar en todo tipo de relaciones, decidí convertir una de mis viejas vestimentas en una espléndida túnica de cinco colores, que regalé a la bestia, para que la añadiera al ajuar de la reina. En cuanto se la puso, le crecieron por todo el cuerpo infinidad de espinitas ponzoñosas, que la ayudaron a conservar intacta su virtud. Ahora que vos habéis puesto punto final a su separación, creo que ha llegado el momento de recuperar lo que es mío.
Las actividades de varias reuniones fueron tan misteriosas que no se mencionaron en la novela. Sin embargo, en la última reunión, Buda Rulai propuso un plan para transmitir las escrituras.
El Patriarca Budista se quedó a vivir en el Monasterio del Trueno, enclavado en el corazón de la Montaña del Espíritu. Un día llamó a su alrededor a los budas, los arhats, los guardianes, los bodhisattvas, los reyes de diamante, las monjas y monjes mendicantes y les dijo:
—Desconozco el tiempo exacto que ha pasado desde que dominé al mono soberbio y pacifiqué el cielo. Calculo, de todas formas, que sobre la tierra ha debido de transcurrir por lo menos un milenio. Hoy es el día décimo quinto del primer mes del otoño y quisiera compartir con vosotros el cuenco que he preparado para celebrar la fiesta de los bienaventurados. Lo he llenado con más de cien clases de flores exóticas y un millar de frutos extraños. Espero que tengáis a bien aceptar mi humilde ofrecimiento.
— Viaje al Oeste, Capítulo 8
Yo mismo iría a llevárselas a los habitantes de las Tierras del Este, pero son tan estúpidos y hacen tal mofa de la Verdad que desconocen los dictámenes más básicos de nuestras leyes y se burlan abiertamente de la auténtica escuela del Yoga. Necesitamos, por tanto, a alguien con suficiente peso moral para que vaya a esa parte del mundo y encuentre a un creyente auténtico, al que pedirá el tremendo sacrificio de trasponer las mil montañas y de vadear los mil ríos que le separan de aquí para venir a recoger las escrituras. De esta forma, los moradores del este recibirán la iluminación y podrán gozar de tantas bendiciones como granos de arena forman una montaña o gotas de agua constituyen la inmensidad de un océano. ¿Quién de vosotros está dispuesto a emprender ese viaje?
— Viaje al Oeste, Capítulo 8
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