Episodio 47. Perdido y recuperado

Se arrancó otros dos pelos, que al punto se convirtieron en las dos diablesas de antes que encargadas de llevar la silla sedán.

Él mismo se disfrazó de anciana y tomó asiento en la litera. De esta forma, prosiguieron el viaje como si nada hubiera ocurrido. Al poco rato llegaron a la Caverna de la Flor de Loto.

Rey Mono disfrazado de zorro de nueve colas - Viaje al Oeste
Rey Mono disfrazado de zorro de nueve colas

En cuanto los dos monstruos oyeron que había llegado la Anciana Dama, ordenaron preparar incienso.

Wukong se llegó hasta el salón principal, donde tomó asiento, mirando hacia el sur. Los dos monstruos se arrodillaron ante él y dijeron respetuosos, mientras golpeaban sin cesar el suelo con la frente:

“Os damos la bienvenida, madre.”

Les urgió el Rey Mono:

“Levantaos, hijos míos.”

El Rey Mono se sentó en medio de la sala y preguntó con voz zalamera:

“¿Por qué me habéis invitado a venir, hijos míos?”

Contestó uno de los monstruos:

“Durante días enteros no hemos tenido oportunidad de cumplir con nuestros deberes filiales. Esta mañana, sin embargo, la suerte nos sonrió y logramos echar mano al monje Tang, procedente de las Tierras del Este. Decidimos compartirle contigo. Lo cocinaremos, y prolongarás tu vida si lo comes. “

Desgraciadamente, precisamente en ese momento regresaron unos diablillos que habían salido a patrullar la montaña e informaron a sus señores de lo ocurrido, diciendo:

“Sun Wukong ha dado muerte a la Anciana Dama y ha adoptado su figura para venir a burlarse de todos nosotros.”

Al oírlo, el primero monstruo sacó la espada de siete estrellas y lanzó contra el rostro del Wukong.

La lucha se desarrolló durante más de treinta encuentros sin que de ellos saliera un claro vencedor. El Rey Mono se dijo:

“Tengo en mi poder tres de sus más preciados tesoros. ¿Para qué demorar por más tiempo lo que tengo pensado hacer? Sacaré la cuerda de oro y, en cuanto se descuide, se la pasaré por la cabeza.”

Así lo hizo. Pero el monstruo conocía dos conjuros — uno para librarse de la acción de la cuerda y otro para hacerla más efectiva — y se sirvió del que mejor cuadraba con su situación. Si hubiera sido él el atacante, habría recitado este último, pero se valió del primero para arrancarle al Sun Wukong la cuerda de las manos y volverla efectivamente contra él.

El Gran Rey del Cuerno de Plata ató al Rey Mono con la cuerda de oro - Viaje al Oeste
El Gran Rey del Cuerno de Plata ató al Rey Mono con la cuerda de oro.

El Rey Mono no pudo liberarse de ella.

El monstruo no tuvo más que tirar levemente de ella para que el Rey Mono perdiera el equilibrio y cayera dando tumbos entre las nubes, momento que aprovechó la bestia para descargar sobre su desprotegida cabeza siete u ocho mandobles de espada. Sin embargo, no le produjeron el menor rasguño.

Exclamó, asombrado, el monstruo:

“¡Qué cabeza más dura tiene este mono! Es inútil seguir golpeándola. Le llevaré a la caverna y allí le torturaré cuanto quiera. Antes deberá entregarme, sin embargo, los dos tesoros que me ha robado.”

“¿Quieres decirme cuándo te he robado yo algo?” preguntó el Rey Mono.

Pero poco le sirvieron esos embustes, porque el monstruo le registro con cuidado y no tardó en encontrar la calabaza y el jarrón.

El monstruo ató al Sun Wukong a un pilar y luego los dos monstruos se retiraron al interior de la caverna a brindar por su buena fortuna.

En un momento de distracción de los guardias el Rey Mono gritó:

“¡Transfórmate!”

Al instante se hizo más pequeño y logró deshacerse de cuerda de oro.

Sun Wukong utiliza un truco para liberarse - Viaje al Oeste
Sun Wukong utiliza un truco para liberarse

En cuanto se vio libre de ella, se arrancó un pelo y le ordenó tomar su propia imagen. Acto seguido sacudió ligeramente el cuerpo, convirtiéndose en un diablillo, que se puso al lado del falso prisionero.

Pronto, Wukong ideó un plan muy astuto para robar el tesoro.

Se llegó hasta donde estaban sentados los monstruos y dijo, medio arrodillado:

“Perdonad que os interrumpa, pero ¿os habéis fijado cómo Sun Wukong no deja de dar vueltas alrededor de la columna a la que está atado? Si sigue así, va a terminar rompiendo la cuerda de oro ¿No opináis que deberíamos atarle con algo más sólido?”

“Tienes razón” contestó el monstruo primero y se quitó el cinturón, que tenía una hebilla con forma de cabeza de león.

El Rey Mono fue hasta la columna y ató con él a su falsa imagen, al tiempo que se metía hábilmente la cuerda por una de las mangas. Se arrancó a continuación otro pelo, que, tras recibir el poder de su aliento, se transformó en otra cuerda de oro.

Regresó con ella y se la ofreció al monstruo mayor. La bestia estaba tan preocupada del vino que la guardó sin mirarla siquiera.


Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *