La alusión a pulir ladrillos para convertirlos en espejos tiene su origen en un relato de la historia del budismo Zen.
Durante la dinastía Tang, un maestro llamado Ma Daoyi practicaba con el maestro HuaiRang en la montaña Nanyue. Eligió sentarse a meditar en reclusión, con la esperanza de alcanzar así la iluminación. Sin embargo, el maestro Zen HuaiRang no creía que su método fuera correcto. Utilizando la analogía de cómo pulir ladrillos no puede convertirlos en espejos, guió a Daoyi para que comprendiera que la verdadera cultivación no es sólo a través de la forma superficial de sentarse a meditar, sino más bien a través de darse cuenta del verdadero significado de las enseñanzas de Buda y encontrar el verdadero corazón de uno mismo. HuaiRang explicó además: «Esta verdad es como alguien que conduce un coche, si el coche deja de andar, ¿golpeas al coche o golpeas a la vaca?». El Maestro Zen añadió a continuación: «Si estás aprendiendo a sentarte en el Zen, el Zen no es sentarse y tumbarse; si estás aprendiendo a sentarte en Buda, Buda no es una fase fija. Si te aferras a la idea de que un Buda se alcanza sentándose a meditar, estás malinterpretando el Dharma, aferrándote a la fase de sentarse a meditar, y no eres capaz de penetrar en la verdad real del Dharma.»
Esta historia nos recuerda que la verdadera comprensión y práctica espiritual no se limita a las formas externas, sino que requiere una profunda comprensión de los principios subyacentes. No es suficiente simplemente seguir rituales o prácticas superficiales; debemos buscar la esencia y encontrar nuestra verdadera naturaleza.
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