SuaveG – The Gentle Path

Episodio 153. Arrancarle el corazón a Monje Tang

Temblando de pies a cabeza, Tripitaka se abrazó, desesperado, a Wukong y le suplicó, diciendo:

“¡Ayúdame a salir de este trance!”

Respondió el Rey Mono:

“Para eso, primero tienes que bajar de tu pedestal por un tiempo.”

Preguntó Bonzo Sha:

“¿Qué quieres decir?”

Explicó el Rey Mono:

“Que si desea salvar la vida, el maestro tendrá que convertirse en discípulo y el discípulo en maestro.”

Se apresuró a contestar Tripitaka:

“Por librarme de la muerte, estoy dispuesto de buena gana a ser discípulo tuyo.”

Concluyó el Rey Mono:

“En ese caso, no tenemos tiempo que perder. Bajie, prepárame inmediatamente algo de barro.”

Pronto, Bajie consiguió el barro que el Rey Mono necesitaba. Wukong tomó un puñado y se lo aplastó contra la cara. Logró hacer, de esta forma, una tosca máscara de mono, que le puso al monje Tang. Wukong recitó un conjuro y exclamó:

“¡Transfórmate!”

Al instante se convirtió en una réplica exacta del Rey Mono.

El falso y auténtico Wukong o Rey Mono - Viaje al Oeste
El falso y auténtico Wukong o Rey Mono

Se cambiaron a continuación las ropas y, tras pronunciar otro conjuro diferente, Wukong tomó la apariencia del monje Tang.

Apenas había terminado uno de ponerse las ropas del otro, cuando oyeron el estridente sonido de los tambores y los gongs. Se asomaron a la ventana y vieron acercarse a un auténtico bosque de lanzas y cimitarras. Las fuerzas enviadas por el emperador ascendían a más de tres mil soldados, un número totalmente desproporcionado con la misión asignada. El capitán de la guardia entró directamente en el patio del palacio y preguntó:

“¿Dónde se encuentra el monje enviado por el Gran Emperador de los Tang de las Tierras del Este?”

El funcionario encargado de la buena marcha del pabellón se postró de hinojos y, señalando con dedo tembloroso hacia el interior, respondió:

“En una de esas habitaciones de allí.”

El capitán se dirigió con paso seguro a la que le habían indicado y dijo:

“Maestro Tang, nuestro soberano exige vuestra inmediata presencia en la corte.”

Bajie y Bonzo Sha permanecieron a un lado, protegiendo al falso Wukong. El auténtico se inclinó ante el oficial y preguntó, haciéndose pasar por el monje Tang:

“¿Qué puede desear su majestad de un pobre monje como yo?”

Respondió el capitán, agarrándole sin ninguna consideración:

“Es preciso que vengáis conmigo. Cuando os hace llamar, por algo será.”

El capitán imperial agarra al falso monje Tang, auténtico Rey Mono - Viaje al Oeste
El capitán imperial agarra al falso monje Tang, auténtico Rey Mono

El capitán imperial agarró al falso monje Tang y le obligó a salir de mala manera del palacio en el que estaba alojado.

En cuanto puso el pie en la calle, los soldados le rodearon como si fuera un vulgar asesino y se dirigieron a toda prisa hacia la corte.

El rey ordenó que le condujeran inmediatamente a su presencia.

Todos los soldados se echaron rostro en tierra en señal de acatamiento. El falso monje Tang, por el contrario, permaneció de pie justamente en el centro de los escalones que conducían hasta el trono y preguntó con insolencia:

“¿Por qué has hecho venir a un monje tan humilde como yo, rey Bhiksu?”

Respondió el rey, sonriendo:

“Durante muchos años he estado aquejado por una extraña enfermedad para la que nadie ha sido capaz de encontrar remedio. Afortunadamente mi querido suegro ha descubierto una medicina capaz de devolverme la salud, pero, para que surta pleno efecto, es preciso mezclarla con algo que sólo vos poseéis. Os prometo que, si accedéis a prestármelo, erigiré en vuestro honor un monasterio, en el que se ofrecerán de continuo sacrificios y libaciones que harán perdurable vuestro nombre.”

Respondió el falso monje Tang:

“Como sabes los que hemos renunciado a la familia no tenemos como nuestro absolutamente nada. ¿Te importaría preguntar a tu querido suegro qué es lo que puedo ofrecerle yo para que dé por terminada su medicina?”

Contestó el rey:

“Lo único que necesitamos es vuestro corazón.”

Alardeó el falso monje Tang:

“A decir verdad, poseo unos cuantos corazones. ¿De qué forma y de qué color lo quiere?”

Contestó el suegro imperial con visible desprecio:

“Monje, sólo necesitamos tu negro corazón.”

Concluyó el falso monje Tang, sin alterarse:

“En ese caso, dadme un cuchillo, para que pueda abrirme el pecho, de una vez. Si tengo uno negro, te lo daré con muchísimo gusto.”

Loco de contento, el rey le agradeció su desinterés y pidió a uno de sus ayudantes que le entregara un puñal curvo, muy apto para descuartizar animales.

El falso monje Tang lo tomó en sus manos, se desabrochó la túnica y abombó cuanto pudo el pecho.

Después, poniendo la mano izquierda sobre la barriga, levantó con la derecha el puñal y se lo clavó con la fiereza propia de un guerrero. Se oyó claramente cómo el acero penetraba en la carne y el pecho se abrió de par en par, dejando escapar una gran cantidad de corazones.

El falso monje Tang, auténtico Rey Mono, se arrancaba sus corazones - Viaje al Oeste
El falso monje Tang, auténtico Rey Mono, se arrancaba sus corazones

Los funcionarios civiles perdieron el color del rostro, mientras los militares sentían cómo les flaqueaban las piernas. Hasta el mismo suegro imperial exclamó:

“¡Este monje está lleno de corazones!”

¡Pero no había ni uno solo de color negro! El rey estaba tan sorprendido, que era incapaz de decir nada. Cuando, finalmente, se hubo repuesto un poco, lo único que pudo articular fue un débil:

“¡Sacadlo de aquí!”

El falso monje Tang dio por concluida su demostración de magia y, recobrando la forma que le era habitual, dijo:

“Está claro que habéis perdido toda vuestra capacidad de observación, porque los monjes poseemos unos corazones honrados, mientras que vuestro suegro es el único que tiene uno negro, totalmente apto para tomar la medicina que os ha preparado. Si no me creéis, dejadme sacárselo, para que lo veáis.”

El suegro imperial comprobó, estupefacto, que el rostro del monje había cambiado totalmente de aspecto. No cabía duda. ¡Aquél era el Gran Sabio, Sun Wukong! Sin pérdida de tiempo se dio media vuelta y trató de elevarse por las nubes, pero el Rey Mono le cortó la retirada, elevándose por los aires y gritando:

“¿Adónde crees que vas? ¡Detente y prueba el sabor de mi barra!”

El suegro imperial se transformó en un rayo de luz y se lanzó a las habitaciones interiores en busca de la mujer que en su día había regalado, en prueba de acatamiento, al rey. La falsa muchacha se convirtió en otro rayo de luz y huyó a toda prisa, siguiendo los pasos de su padre.

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