Episodio 91. Luchar por el agua

Tratando de tranquilizarle, el Rey Mono dijo: “No os preocupéis, maestro. Wu Jing y yo iremos a coger agua capaz de devolveros la salud y volveremos lo antes posible. “

Se lamentó Tripitaka:

“¿Quién cuidará de nosotros, si los que estáis sanos os vais y dejáis abandonados a los que estamos enfermos?”

Dijo la anciana, acercándose a ellos:

“Tranquilizaos. Ahora no necesitáis a vuestros discípulos. Nosotras nos encargaremos de cuidaros y serviros. Cuando llegasteis, todas quedamos prendadas de vos. Después, cuando vimos cómo ese bodhisattva que tenéis por discípulo era capaz de volar a lomos de una nube, comprendimos que vos mismo erais un arjat bodisatva. ¿Cómo vamos a osar haceros el menor daño?”

Rey Mono habla con la anciana - Viaje al Oeste
Rey Mono habla con la anciana

“¿A quién vais a hacer daños vosotras, si aquí todas sois mujeres?” se burló Sun Wukong.

Respondió la anciana riéndose:

“Habéis tenido suerte de venir a mi casa. Las cuatro o cinco mujeres que vivimos aquí tenemos ya nuestros años y hace cierto tiempo que hemos renunciado a la práctica del amor. ¿Creéis que, si llegáis a haber llamado a las puertas de otra familia, las jovencitas de la casa os habrían dejado marchar, así como así? ¡Ni soñando! Se habrían acostado con vosotros y, si os hubierais negado, os habrían matado.”

Añadió la anciana:

“No conviene que os retraséis más. Id cuanto antes a por esa dichosa agua.”

“¿Tienes algún cubo en casa? Necesitaremos uno.” le preguntó el Rey Mono.

La anciana le da a wukong la dirección de Santuario de la Reunión de los Inmortales - Viaje al Oeste
La anciana le da a wukong la dirección de Santuario de la Reunión de los Inmortales

La anciana se fue a la parte de atrás y sacó un cubo y una cuerda, que entregó al Bonzo Sha.

Tras calcular a ojo su longitud, dijo Bonzo Sha:

“Creo que es conveniente que nos prestes dos. Si el pozo es muy profundo, no bastará con uno.”

Con el cubo y las dos cuerdas en su poder, el Bonzo Sha no tuvo ningún inconveniente en acompañar al Wukong. Montaron en una nube y abandonaron juntos la aldea. En menos de media hora llegaron a la Montaña de la Supresión de los Machos. Tras bajar de la nube, se dirigieron al santuario. Wukong ordenó, entonces, al Bonzo Sha:

“Coge el cubo y las cuerdas y escóndete. Yo iré, mientras tanto a retar a ese taoísta. Cuando más enfrascados estemos en la batalla, entra dentro, coge el agua y márchate en seguida.”

El Bonzo Sha hizo un gesto afirmativo con la cabeza.

El Rey Mono se acercó a la puerta y vio a un taoísta sentado sobre la hierba con las piernas cruzadas. Se levantó ligeramente, cuando el Rey Mono le saludó con una leve inclinación de cabeza y, dijo, al tiempo que le devolvía el saludo:

“¿De dónde venís y cuál es el propósito que os trae hasta este humilde santuario?”

Contestó el Rey Mono:

“No soy más que un humilde monje enviado en busca de escrituras por el Gran Emperador de los Tang de las Tierras del Este. Al pasar por el Río de la Madre y el Hijo, mi maestro bebió inadvertidamente de sus aguas y tiene ahora el vientre hinchado, mientras el dolor no le deja vivir. Me dijeron las gentes que sólo puede poner fin al embarazo el agua del Arroyo de los Abortos. Ese es el motivo que me ha movido a venir en busca del Auténtico Inmortal Complaciente y suplicarle que me dé un poco de esa agua, con la que poner fin a los sufrimientos de mi maestro. ¿Tendríais la bondad de indicarme dónde vive ese respetable taoísta?”

“¿Dónde tenéis el dinero, el vino y las otras cosas?” volvió a preguntar el taoísta.

Contestó el Rey Mono:

“Nosotros únicamente vivimos de las limosnas que nos dan durante el viaje. No disponemos, por tanto, de nada propio.”

Comentó el taoísta, soltando la carcajada:

“¡Estáis mal de la cabeza! Mi maestro jamás ha dado a dado a nadie gratis ni una gota de sus aguas. Te aconsejo, por tanto, que vayas a por lo que te he dicho. De lo contrario, es mejor que te marches y te olvides para siempre del agua.”

Sentenció el Rey Mono:

“Si corres a decir a tu maestro que el Mono se encuentra aquí, estoy seguro de que no mostrará conmigo ninguna brusquedad. Soy el primer discípulo de Tripitaka Tang y se me conoce por el nombre de Sun Wukong.”

Ante semejantes razones, al taoísta no le quedó más remedio que entrar a anunciar la llegada del Mono.

“Maestro, ahí fuera hay un monje budista que afirma ser Sun Wukong, el primer discípulo de Tripitaka Tang. Desea que le deis un poco de agua del Arroyo de los Abortos para curar a su maestro.”

En cuanto oyó el nombre de Sun Wukong, el Auténtico Inmortal comenzó a arder la hoguera del odio en su corazón. A toda prisa se quitó la túnica que llevaba y se puso sus ropas de taoísta. Cogió un garfio y, saliendo a la puerta del santuario, gritó:

“¿Dónde está Su Wukong?”

En cuanto el Rey Mono le vio, juntó las palmas de las manos e, inclinándose ante él, dijo:

“Sun Wukong es este humilde monje.”

“¿Es Tripitaka Tang tu maestro?” inquirió, una vez más, el maestro.

“Así es” reconoció el Rey Mono.

“¿No os habéis topado en vuestro deambular con el Santo Niño?” continuó indagando el maestro, al tiempo que hacía rechinar los dientes con visible desprecio.

Contestó el Rey Mono:

“Ese es el sobrenombre de un monstruo, el Muchacho Rojo, que habitaba en la Caverna de la Nube de Fuego, junto al Arroyo del Pino Seco de la Montaña Rugiente. ¿Por qué se interesa por él el Auténtico Inmortal?”

Aclaró el maestro:

“Porque a la casualidad de que es mi sobrino y el Rey Monstruo Toro, mi hermano. Hace cierto tiempo mi hermano mayor me dijo en una carta que Sun Wukong, el discípulo primero de Tripitaka Tang, era un auténtico embustero, que había traído la desgracia sobre su hijo. Quise vengarle en seguida, pero no sabía adónde acudir. Ahora resulta que tú mismo vienes a llamar puerta. ¿Cómo quieres que te dé una gota tan siquiera de mi agua? Si eres capaz de resistir tres asaltos seguidos, te daré el agua; en caso contrario, te haré picadillo y, así, vengaré a mi sobrino.”

Rey Mono contra Auténtico Inmortal - Wukong lucha por el agua del Arroyo de los Abortos - Viaje al Oeste
Rey Mono contra Auténtico Inmortal – Wukong lucha por el agua del Arroyo de los Abortos

Replicó el Rey Mono en el mismo tono:

“¡Qué rematadamente tonto sois! Ni siquiera sabéis lo que os conviene. Si deseáis luchar, acercaos y medios con mi barra.”

Aunque habían empezado a pelear a la puerta misma del santuario, poco a poco se fueron desplazando ladera abajo.

En cuanto vio que tenía el camino libre, Bonzo Sha cogió el cubo y corrió hacia el interior del santuario. Pero le salió al encuentro el taoísta y trato de cerrarle el camino, diciendo:

“¿Quién eres tú, para atreverte a venir a robarnos el agua?”

Sin decir nada, el Bonzo Sha dejó caer el cubo, sacó su báculo de matar monstruos y lo lanzó con todas sus fuerzas sobre la cabeza del taoísta. La sorpresa impidió a éste reaccionar con la suficiente rapidez y, aunque consiguió hacerse a un lado, no pudo evitar que el golpe le destrozara el hombro y el brazo izquierdos. El Bonzo Sha le vio caer al suelo, pero no le remató. Al pasar a su lado, se limitó simplemente a insultarle, diciendo:

“Tenía pensado aplastarte, pero, a pesar de todo, eres un humano y me das pena. Por esta vez, te perdonaré la vida. Ahora, si no te importa, déjame pasar para coger el agua.”

El taoísta se arrastró, con no poca dificultad, hacia la parte de atrás. Bonzo Sha, por su parte, tiró el cubo al pozo y lo llenó de agua hasta el borde. Abandonó después el santuario y, montándose en una nube, gritó al Rey Mono:

“¡No le mates, hermano! Acabo de hacerme con el agua y voy a llevársela ahora mismo al maestro.”

Bonzo Sha roba el agua del Arroyo de los Abortos - Viaje al Oeste
Bonzo Sha roba el agua del Arroyo de los Abortos

Al oírlo, el Rey Mono, detuvo con la barra de hierro un nuevo golpe del garfio y dijo, triunfante:

“Tenía pensado acabar contigo para siempre, pero te perdonaré la vida, no en atención a tu propia virtud, sino a los sentimientos que aún abrigo por tu hermano, el Rey Toro. Que conste, además, que no he querido usar contigo toda mi fuerza; de lo contrario, aunque hubieras sido capaz de multiplicarte por diez, habría terminado contigo en un abrir y cerrar de ojos. Sé que es más valioso dejar vivir que matar. Por eso, te perdono la vida y te permito que sigas existiendo durante unos años más. “

Sin saber exactamente lo que hacía, el descarriado inmortal trató, una vez más, de agarrar al Rey Mono por las piernas, pero el Rey Mono esquivó a tiempo el golpe y se arrojó sobre él, gritando:

“¡No huyas!”

El Inmortal se llevó tal sorpresa, que cayó al suelo patas arriba. El Rey Mono le arrancó de las manos el garfio y lo partió por la mitad. Después juntó otra vez los trozos y volvió a partirlos en cuatro cachos con la facilidad con que uno quiebra una rama.

“¡Júntalos, si puedes, bestia maldita! ¡Espero que, de ahora en adelante, seas un poco más honesto!” gritó el Rey Mono, tirándolos al suelo.

Temblando de pies a cabeza, el inmortal descarriado no se atrevió a decir nada. El Rey Mono soltó la carcajada y, tras montarse en una nube, se elevó hacia lo alto.

A lomos de su nube sagrada, Sun Wukong no tardó en alcanzar al Bonzo Sha. Con el agua en su poder, no cabían en sí de contento y regresaron a toda prisa al lugar del que habían partido. Nada más bajar de la nube, se dirigieron a la cabaña.

La anciana cogió una taza de porcelana, la llenó hasta la mitad y la dio a beber a Tripitaka. Luego, hizo lo mismo a Bajie.

Curar a monje Tang y Bonzo Sha con el agua abortiva - Viaje al Oeste
Curar a monje Tang y Bonzo Sha con el agua abortiva

Sin pérdida de tiempo, la anciana sacó dos orinales y así pudieron ellos aliviarse a gusto. Tras contraérseles las tripas varias veces seguidas, el dolor empezó a remitir y el vientre se les fue reduciendo poco a poco de tamaño, dando a entender, de esa forma, que el muñón de carne y sangre había quedado disuelto del todo. Las parientas de la anciana cocieron un poco de arroz y se lo dieron, para que recuperaran cuanto antes las fuerzas que habían perdido en el parto.

La anciana se volvió, entonces, hacia Tripitaka y le dijo:

“¿Tendríais la bondad de darme el agua que ha sobrado?”

Concluyó Wukong:

“Puesto que estáis ya perfectamente, se la entregaré a la familia de esta mujer. ¿Para qué la queremos nosotros?”

La anciana dio las gracias al Rey Mono y, no sin antes advertir a los miembros de su familia:

“Esta agua servirá para pagar los gastos de mi funeral.”

Al amanecer del día siguiente dieron las gracias a la anciana y a su familia y abandonaron la aldea.


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