Wukong, Bajie y Bonzo Sha descendieron de la nube y dirigirse al interior del Templo de los Tres Puros.
Sin preocuparse de comprobar si estaba cruda o cocida, Bajie agarró una fuente de verdura y se la tragó de golpe. El Rey Mono agarró entonces su barra de hierro y trató de darle un golpecito en la mano. Bajie logró apartarla a tiempo y protestó, malhumorado:
“¿Por qué quieres pegarme, si todavía no sé a qué sabe esto?”
Le reprendió el Rey Mono:
“Debes cuidar un poco tus modales. Antes de empezar a comer es preciso sentarse con educación.”
Protestó Bajie:
“¡Cuidado que eres pesado! Robas toda esta comida y todavía tienes la cara de hablar de modales. ¿Qué harías, si fueras un simple invitado?”
“¿Quiénes son esos bodhisattvas que hay sentados allí?” preguntó de pronto el Rey Mono.
Exclamó Bajie:
“¿De quién estás hablando? Ellos no son Bodhisattvas. ¿Es que eres incapaz de reconocer a los Tres Puros?”
“¿Qué Tres Puros?” repitió el Rey Mono.
Explicó el cerdo:
“El del medio es el Respetable Inmortal de los Orígenes; el de la izquierda, el Señor de los Tesoros Espirituales; el de la derecha, Lao Tse.”
Les aconsejó el Rey Mono:
“Opino que, si queremos comer sin ser molestados, lo mejor que podemos hacer es adoptar sus figuras y hacernos pasar por ellos.”
El aroma de las ofrendas era, en verdad, embriagador y el cerdo no pudo esperar más tiempo. De un salto se subió al estrado y, tras tirar al suelo la imagen de Lao Tse con el morro.
De esta manera Bajie se convirtió en Lao Tse, mientras Sun Wukong adoptaba la forma del Respetable Inmortal de los Orígenes y el Bonzo Sha se transformaba en el Señor de los Tesoros Espirituales.
Sus imágenes yacían lastimosamente por el suelo. En cuanto se hubo sentado, Bajie empezó a engullir comida sin ningún miramiento.
“¿Es que no puedes esperar un poco?” le dijo el Rey Mono.
Se quejó Bajie:
“¡No hay quien te entienda! ¿A qué viene esperar? ¿Acaso no nos hemos convertido en esos inmortales que decías?”
Sentenció Sun Wukong:
“¿No te das cuenta de que esos taoístas se piensan levantar muy temprano para tañer la campana y barrer los suelos? ¿Qué pasará cuando vean tiradas estas sagradas imágenes? Es preciso que las escondamos en algún sitio.”
Replicó el cerdo:
“Sí, pero dónde. No conocemos este lugar.”
El Rey Mono explicó:
“Al entrar, vi, por casualidad, una puerta pequeña que había a la derecha. A juzgar por el hedor que despedía, creo que debe de tratarse de las Dependencias para la Transmigración de los Cinco Granos. No estaría mal que los metiéramos allí.”
Bajie era excelente para las labores más penosas. Sin pensarlo dos veces, saltó al suelo, cargó con las estatuas y las sacó del salón. De una patada abrió la puerta que le había dicho el Rey Mono y vio que se trataba de un simple retrete.
Se dijo Bajie, ahogando una carcajada:
“¡Cuidado que le gusta tergiversar las palabras a ese Pi-ma-wen de mala muerte! Hasta para un retrete dispone de un nombre religioso. ¡Mira que llamarlo Dependencias para la Transmigración de los Cinco Granos!”
Los tiró sin ninguna consideración en el retrete.
Así que se fue y entró otra vez en el salón. Bajie volvió a adoptar la figura de Lao Tse y, sentándose en los tronos, los tres comenzaron a disfrutar las delicias.
Al poco rato no quedaba absolutamente nada. Sin embargo, no parecieron desanimarse. Se sentaron tranquilamente en los tronos y empezaron a charlar a la espera de que comenzara a hacerles la digestión.
Leave a Reply