Episodio 69. Robar las ofrendas

Sun Wukong le relató lo sucedido al Tripitaka.

El Monje Tang exclamó, sobrecogido:

“¿Qué podemos hacer ante una situación semejante?”

Le aconsejaron los otros monjes:

“No temáis, maestro. El Gran Sabio Sun es la reencarnación de un dios y nos protegerá de todo mal con extraordinarios poderes. Nosotros pertenecemos al Monasterio de la Profunda Sabiduría, un edificio construido por orden del padre del actual rey. Si se mantiene todavía en pie es porque en su interior conserva una imagen suya, que nadie se atreve a tocar. Así que, si lo deseáis podéis entrar con nosotros en la ciudad y honrar nuestra humilde residencia con vuestra presencia.”

Los caminantes no tardaron en llegar al monasterio. Encima de su puerta principal había una enorme placa de piedra en la que aparecía escrito con grandes letras de oro: Monasterio de la Profunda Sabiduría, mandado construir por orden imperial.

Los monjes abrieron las puertas y condujeron a sus ilustres invitados a través del salón de Vairocana, al templo principal. El monje Tang vistió a toda prisa su túnica de los bordados y se echó rostro en tierra ante la imagen dorada de Buda. Sólo después de que hubiera terminado todo sus rezos, se decidió a seguir a sus anfitriones al interior del monasterio, que, levantando la voz, gritaron:

“¡Maestro, tenemos invitados!”

Al instante apareció un anciano, que, al ver al Sun Wukong, se echó a sus pies, gimoteando de emoción:

“¡Por fin habéis llegado, maestro!”

“¿Quién soy yo, para que os dirijáis a mí de una manera tan respetuosa?” preguntó el Rey Mono, sorprendido.

Pespondió el anciano con extraña seguridad:

“Vos sois el Sun Wukong. Todas las noches soñamos con vos, pues la Estrella de Oro del Planeta Venus se encarga de recordarnos en sueños que nuestras desgracias desaparecerán en cuanto vos aparezcáis. Os reconocería hasta con los ojos cerrados. ¡No sabéis lo contento que estoy de que hayáis venido! Si llegáis a tardar dos o tres días más, nos habríamos convertido todos en espíritus.”

Los monjes prepararon a toda prisa una comida vegetariana y limpiaron la habitación para que pudieran descansar dignamente en ella los invitados.

Pese a todo, Wukong estaba tan preocupado que, cuando dio la segunda vigilia, no había podido conciliar todavía el sueño. De algún lugar cercano llegaba el sonido de gongs y flautas. Sin que nadie se diera cuenta, abandonó el lecho y se puso la ropa. Se elevó a continuación por el aire y pudo ver, hacia el sur de donde se encontraba, un gran resplandor de antorchas y lámparas. Comprobó que los taoístas del Templo de los Tres Puros estaban dirigiendo sus súplicas y oraciones a los dioses para les evitar los desastres.

Sin pérdida de tiempo, el Rey Mono se dirigió al aposento y trató de despertar primero a Wuneng, que respondió, diciendo:

“¿Todavía no te has dormido?”

Le urgió el Rey Mono:

“Levántate. Disfrutemos de algunas delicias.”

Repitió, sorprendido, el Bonzo Sha:

“¿Dónde podemos encontrar las delicias con lo tarde que es?”

Informó el Rey Mono:

“En el Templo de los Tres Puros. En este mismo momento los taoístas están celebrando una ceremonia y el salón principal está lleno, a rebosar, de ofrendas. Se ve que no les falta de nada. No te digo más que sus bollos son tan grandes como barriles y sus pasteles deben de pesar entre cincuenta o sesenta kilos. Eso sin contar los platos de arroz y las frutas de gran tamaño que descansan sobre las mesas.”

Aunque estaba medio dormido, al oír que había tanta comida, Bajie se despertó al instante y preguntó, vivamente preocupado:

“¿No pensáis llevarme con vosotros?”

Le dijo el Rey Mono:

“Si quieres comer, levántate sin meter ruido y síguenos.”

Los dos monjes se vistieron a toda prisa y salieron de la habitación con todo cuidado. El Rey Mono los estaba esperando en la puerta. Se montaron, sin decir nada, en la nube y se elevaron inmediatamente por lo alto.

No pudieron robar la comida porque los taoístas del Templo de los Tres Puros estaban dirigiendo sus súplicas y oraciones a los dioses para les evitar los desastres.

Wukong, Bajie, Bonzo Sha robaron ofrendas en el Templo de los Tres Puros - Viaje al Oeste
Wukong, Bajie, Bonzo Sha robaron ofrendas en el Templo de los Tres Puros

Hizo un gesto mágico, el Rey Mono, con los dedos y recitó el correspondiente conjuro, mirando hacia el sudoeste. Al instante se levantó un torbellino que recorrió todo el Templo de los Tres Puros, derribando jarrones y candelabros, y haciendo añicos los exvotos que colgaban de las paredes. El templo quedó completamente a oscuras y los taoístas se sintieron tan sobrecogidos que el Inmortal Fuerza de Tigre hubo de terminar sugiriéndoles:

“Es mejor que cada uno se retire a sus aposentos, pues este viento, sin duda de origen divino, ha apagado todos nuestros hachones, antorchas y lámparas. Mañana nos levantaremos un poco más pronto de lo habitual y recitaremos otras cuantas escrituras más, para compensar, de alguna manera, la interrupción de esta noche.”

Los taoístas obedecieron al instante.

Por fin, Wukong, Bajie y Bonzo Sha pudieron descender de la nube y dirigirse al interior del Templo de los Tres Puros.


Comments

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *